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El título de esta contribución es algo engañoso, porque los términos crisis y reunificación suelen ser entendidos en un sentido restringido. Crisis como crisis financiera, o eurocrisis, y reunificación como el proceso que concluyó con la anexión de la antigua Alemania del Este (RDA), por la Alemania del Oeste (RFA), en 1990. Vamos a hablar de eso, sí, pero también vamos a intentar no perder de vista la visión general, tanto de la verdadera crisis como de la verdadera reunificación, entendidos ambos conceptos como fenómenos globales e históricos alejados de clichés provincianos o de las meras curvas y ciclos de la economía.
Cuando hablamos de crisis nos referimos a una realidad con tres niveles. Uno es el financiero, el desmoronamiento del piramidal castillo de naipes especulativo/ladrón. El segundo es la consecuencia que ese desmoronamiento tiene en la economía real, con empresas que cierran, sectores inflados que se desinflan, gente que pierde su trabajo y una generación de jóvenes sin futuro. El tercer nivel es el principal: se trata de la crisis asociada al cambio global antropogénico del que el calentamiento global es el escenario más conocido y popular. Este tercer nivel es superior, porque contiene los demás niveles y mucho más. A su lado la crisis del neoliberalismo es algo anecdótico, una nota a pie de página.
No olvidemos que la misma enfermedad del crecimiento a toda costa para lograr beneficios que alimenta el calentamiento global es la que ha ocasionado la crisis financiera, sus burbujas y desfalcos. Por eso, el gran reto al sentido común de la crisis neoliberal cuando apareció en 2008, era aprovecharla para atajar toda la crisis en su conjunto, potenciando una transición energética, un cambio de modelo, de contabilidad, de racionalidad económica, de relación con el medio y, naturalmente, un cambio de valores. No me refiero a una especie de súbita revolución mágica, sino a programas que avanzaran en esa dirección. Lo que se denominó New Green Deal apuntaba en esa línea.
De momento ni siquiera se ha reconocido la crisis del neoliberalismo y la crisis financiera se afronta con recetas neoliberales y leyendas nacionales que nos llevan de regreso al siglo XIX. Respecto a la verdadera crisis, la última cumbre de la ONU sobre cambio climático en Durban (diciembre de 2011) ha dejado bien claro el desfase entre la urgencia del cambio que se precisa y la ceguera de la respuesta. Todo sumado, resulta difícil imaginar una situación más necia y miserable.
Cuando las instituciones internacionales como la ONU ya llevan años dedicando grandes eventos, esfuerzos y acuerdos al calentamiento global, las políticas económicas nacionales deberían poner el cambio de modelo en el centro de su estrategia a medio y largo plazo. La transición energética exige estrategias a quince, veinte, treinta años vista, pero la mirada de nuestros gobernantes no alcanza mucho más allá de las próximas elecciones. Al mismo tiempo, la estructura económica-empresarial regida por el beneficio que domina el sector energético, determina mucho cualquier proyecto de cambio: los mismos monopolios e intereses que alimentan el calentamiento son los nuevos líderes eólicos y solares. Las nuevas energías en manos de las viejas estructuras sin duda no son lo mismo, pero tampoco son la solución. No se saldrá de esta crisis sin profundas reformas estructurales e institucionales. Tales reformas precisan de un fuerte movimiento social internacional.
Otro aspecto que conviene recordar es que la crisis ha sido el medio ambiente “natural” en el que han vivido centenares de millones de seres humanos en el tercer mundo. Los pobres del mundo nunca tuvieron vida sin crisis. Tuvieron siempre problemas de alimentación, de escolarización, de sanidad, de trabajo y también son los que más sufren el deterioro ambiental. Lo nuevo de la actual crisis económica es que ahora algo de eso se nota también en los países centrales, que evidentemente son sociedades de clases en los que la mayoría pierde, pero una minoría de tipo oligárquico dirige las cosas para seguir beneficiándose de la situación e imponer un gran retroceso. La segunda consideración es sobre el concepto de reunificación.