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Desde la introducción del euro, virtual en 1999, efectiva desde 2002, la industria alemana más que dobló sus exportaciones (que a comienzos de los noventa representaban el 20% de su PNB y en 2010 el 46%). Mientras tanto los salarios subían en el resto del continente, un 15% en Francia y entre el 25% y el 35% en España, Portugal, Grecia e Italia59.
En una unión monetaria, el auge del superávit exportador alemán significaba déficit para otros. Entre 2004 y 2011, la producción de automóviles francesa e italiana cayó un 30% mientras la alemana aumentaba un 22%60. En 2007 Alemania obtuvo un superávit comercial de casi 200.000 millones de euros. Mientras, 19 de los 27 países de la UE registraron déficit en su comercio exterior. Los bajos salarios alemanes contribuyeron también a ese déficit de los otros porque debilitaron el consumo de Alemania, es decir las importaciones de la nación más poblada de la eurozona. Sin embargo no había sensación de crisis en el sur de Europa: los países meridionales de la eurozona comenzaron a recibir enormes flujos de capital alemán, resultado de los beneficios exportadores, que anestesiaron la pérdida de competitividad con dinero prestado a tasas de interés muy bajo establecidas a la medida de Alemania. La política económica alemana, resultado directo del shock de la reunificación de 1990, no solo disparó los desequilibrios internos entre países de la eurozona, sino que, en el contexto general de una desatada y frenética búsqueda del beneficio, alimentó su falsa economía y crecimiento. El aparente “España va bien”, con su orgía de ladrillo, dinero fácil y destrucción facinerosa del entorno, así como el festival inmobiliario irlandés o las fantasías contables griegas en el contexto de los juegos olímpicos de Atenas, son así inseparables, y guardan una relación directa con el resurgir económico-exportador alemán, que se presenta inocentemente como su antítesis.
Desentenderse de eso y hacer ver que la situación es resultado del maniqueísmo entre países virtuosos y manirrotos, denota una gran desvergüenza, porque el problema no es nacional. La crisis fue desencadenada por el sector privado, especialmente por los bancos que financiaron la pirámide inmobiliaria que se desmoronó. Los bancos alemanes que gestionaron especulativamente el enorme capital del superávit exportador alemán también fueron protagonistas de la pirámide61. Para atajarla, los países europeos dieron a los bancos 4,6 billones de euros desde 2008, la cifra facilitada a principios de 2012 por el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso. Además, hubo otro enorme desembolso de dinero público en los programas de estímulo keynesianos del 2008. Todo ello incrementó, evidentemente, la actual deuda pública.
Que hoy el debate esté centrado en la crisis de la deuda pública, o sobre la deuda privada concebida exclusivamente como desmadre meridional, omitiendo de la narración al casino que la ocasionó, se debe, fundamentalmente, al fuerte control que el poder financiero ejerce sobre gobiernos y medios de comunicación, lo que le permite imponer la leyenda que más le conviene.
El gobierno alemán ha sido particularmente activo en ese frente. Su nacional-populismo acerca de que el problema son unos países del sur gastadores que no ”hicieron sus deberes” y en los que la gente común vivió “por encima de sus posibilidades”, le permite canalizar el descontento de los contribuyentes alemanes por los centenares de millones transferidos a los bancos como consecuencia de la irresponsabilidad de estos invirtiendo en el casino global. Reconocer la realidad significaría revisar los últimos veinte años de política económica y social alemana que se han vendido como exitosos y modélicos para el resto de Europa. En realidad solo fueron exitosos para los empresarios y para los más ricos.
Desde la reunificación, la economía alemana ha crecido alrededor de un 30%, pero el resultado no ha sido una prosperidad general, sino un enorme incremento de la desigualdad. Desde 1990 los impuestos a los más ricos bajaron un 10% y la imposición fiscal a la clase media subió un 13%, los salarios reales se redujeron un 0,9% y los ingresos por beneficio y patrimonio aumentaron un 36%. Desde el punto de vista de la (des) nivelación social, Alemania es hoy un país europeo normal: el 1% más rico de su población concentra el 23% de la riqueza (una relación similar a la existente en Estados Unidos en 2007) y el 10% más favorecido el 60% de ella, mientras la mitad de la población solo dispone del 2%.
59 OIT, datos entre 2000 y 2009.
60 Frankfurter Rundschau, 23-03-2012.
61 El Deutsche Bank, primer banco alemán, es objeto al día de hoy de pleitos del gobierno de EE. UU., de la Sociedad Loreley, de la autoridad financiera interior de Estados Unidos, del Fondo de pensiones de los profesores americanos (TIAA) y de la inspección bursátil de Estados Unidos (SEC) por manipulación y venta fraudulenta de CDO, estafa, estafa hipotecaria, etc. El banco alemán es propietario de más del 10% de las viviendas vacías de Baltimore y otras ciudades de EE. UU.