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En los últimos dos años, el discurso alemán sobre esta situación ha consistido en una mezcla de aleccionamiento, la prédica de una Europa virtuosa del Norte a una Europa manirrota del Sur, y de “bravuconería” autoritaria, por utilizar el término empleado por el excanciller Helmut Schmidt. Políticos y publicistas se han dedicado a sostener una retórica nacionalista muy disolvente, enfocada a la “pereza” e ineficacia del capitalismo mediterráneo y combinada con un lloriqueo constante por la cuantía del desembolso de dinero alemán.
En el primer fondo de “rescate griego”, Alemania aportó 36.000 millones sobre un total de los 130.000 millones aportados por todos los socios del euro. En términos absolutos fue el Estado que más aportó, porque Alemania tiene la mayor economía y la mayor población de Europa, pero seis países aportan más que Alemania en una cuenta per cápita y otros diez, incluida España, la superan en la parte del PIB dedicada a ello. El dinero no se regala sino que es un crédito a un interés considerable: en 2010 el rescate griego le reportó a Alemania 198 millones de euros. Pero solo en Alemania hay una verdadera queja nacional de una opinión pública desinformada sobre esta situación. La clase política alimenta esa queja con su populismo y a la vez es esclava de ella.
Con ese discurso Alemania ha abierto una caja de Pandora muy peligrosa porque divide a Europa y ofende a sus pueblos. Lo hemos visto en Grecia donde se demoniza a Alemania, y se empieza a ver en España. Alemania no es consciente de lo que está sembrando72.
En este contexto, es importante enfatizar, contra cualquier nuevo antieuropeísmo reactivo, la bondad y conveniencia de la Unión Europea.
Vista con perspectiva histórica, la Unión Europea es una buena solución a lo que había antes: naciones que guerreaban constantemente entre sí. Por eso hay que conservarla, reformándola y sin pedir peras al olmo, es decir sin pretender hacer un superestado europeo asentado sobre el narcisismo de la imagen idealizada de Europa cultivada por el establishment de Bruselas. En la proyección exterior de la Unión Europea, hay que conformarse con una ambigua y paquidérmica estructura común que no le complique la vida al resto del mundo. Lograr que esa estructura no sea imperialista en el siglo XXI, ya sería un enorme avance histórico73.
Desde el inicio de la crisis la aportación alemana al funcionamiento de la Unión Europea está siendo nefasta: si desde su origen el establishment de funcionarios no electos de Bruselas fue muy poco democrático, la intervención del poder alemán lo ha hecho aun más autocrático en lo que en esencia es una defensa de los desmanes del poder financiero y un rechazo de políticas solidarias. El resultado es doblemente disolvente: un creciente resentimiento contra Alemania en el Sur por una política que conduce a la catástrofe, y un desencanto europeísta en sociedades, como la española, que fueron profundamente europeístas.
Ofrecer a Europa el “ama de casa suaba”, estereotipo pequeñoburgués del alemán ahorrador y tacaño hasta la mezquindad, como ideal de actitud económica a los europeos meridionales, denota una falta de mundo y un espíritu provinciano notable, pero otros conceptos manejados por la canciller, como el de una “democracia adecuada a los mercados” (“Marktkonforme Demokratie”) sugieren un inequívoco propósito antidemocrático74.
72 En 2010 le pregunté al Ministro de Exteriores Guido Westerwelle sobre el resentimiento que sembraba en Europa el discurso aleccionador de una Alemania virtuosa cuyos bancos estaban implicados hasta el cuello en las burbujas inmobiliarias. Me miró como si dijera una excentricidad. Ahora su ministerio organiza campañas de imagen invitando a Berlín a periodistas europeos para explicarles los motivos de su política.
73 Ver al respecto la crítica del narcisismo europeo que hace Perry Anderson en, The New Old World, 2009. También su crítica a la “alternativa” regada con salsa exclusivamente alemana que rodea al Zur Verfassung Europas, del principal filósofo alemán vivo, Jürgen Habermas, 2011.
74 Merkel evocó por primera vez al ama de casa suaba como modelo en el congreso de la CDU de 2008. La “democracia adecuada a los mercados” se estrenó en una entrevista con la emisora Deutschlandfunk, el uno de septiembre de 2011. Merkel dijo entonces, “vivimos en una democracia parlamentaria y, por tanto la confección del presupuesto es un derecho básico del parlamento, pese a ello vamos a encontrar vías para transformarla de tal manera que pueda concordar con el mercado”. Teniendo en cuenta que el “pacto fiscal” y la “regla de oro”, el tope de gasto elevado a precepto constitucional, ya ilegaliza cualquier política de gasto keynesiana que aspire a dar al Estado un papel financiero activo, el concepto suena a receta para el cambio de régimen, lo que en países intervenidos o con gobernantes no electos de Goldman Sachs impuestos por Berlín y Bruselas, suena bastante real.