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Pero, ¿qué pasa de puertas adentro? ¿Cómo se ve Alemania a sí misma en su actual papel? Entre 2010 y 2012 se ha pasado de cierto hartazgo por no poder seguir siendo una especie de “gran Suiza” sin responsabilidades exteriores, incluso con tentaciones euroescépticas y sueños de restablecimiento del Deutsche Mark, socialmente añorado como símbolo de unos tiempos menos injustos y complicados en los que el protagonismo alemán en Europa era principal pero al mismo tiempo discreto y colegiado con Francia, a cierta jactancia, expresada en aquel “Europa habla alemán” pronunciado por el jefe de de la CDU, el partido de la canciller Merkel, Volker Kauder, en el congreso de noviembre en Karlsruhe. De las dos actitudes, la primera carece de futuro, pues el euro es parte central de la estrategia alemana y sin él Alemania perdería gran parte de su actual peso específico. Hay, entonces, que concentrarse en la segunda, ¿busca Alemania una hegemonía europea e incluso superior: volver a afirmarse como Cuarto Reich económico? Deseos y señales en ese sentido no faltan, pero el propósito es tan ilusorio y miope como el malhumorado “nosotros solos” euroescéptico.
Veinte años después de la reunificación ya es hora de iniciar una política exterior propia que supere los “complejos de inferioridad” que dejó la historia, dice el editor de Die Welt, Thomas Schmid, un intelectual conservador que marca línea. Con Helmut Kohl la línea era, “empaquetar los intereses alemanes de forma consecuente en intereses transatlánticos y sobre todo intereses europeos, de tal forma que el interés nacional resultaba al final irreconocible”, dice. Ahora es el momento de que “la nación más fuerte de Europa” rellene ese vacío. “No queremos hacer sombra a nadie, pero exigimos nuestro lugar al sol”75.
“Europa necesita el sentido de Estado alemán (Deutscher Staatskunst) para mantener estable el orden europeo en el revuelto siglo XXI”, escribe en un artículo sobre el papel de Alemania en la Unión Europea publicado por la principal revista intelectual alemana, el jurista Christoph Schönberger76. Hegemonía, dice, ya no es un concepto imperialista sino constitucional. El papel alemán en la UE debería ser como el de Atenas en la liga naval ática, como el de Holanda en las provincias unidas, o como el de Prusia en Alemania. Estados Unidos, continúa, está “debilitado por sus guerras” y mira hacia otras partes del mundo. En ese contexto hay que dejarse de complejos; “Alemania es más fuerte que cada uno de sus vecinos, aunque no lo suficiente como para dominarlos a todos”. En esa hegemonía alemana, a Francia le correspondería un papel “como el que caracterizó a la relación de Prusia con Baviera en la Alemania de Bismarck”, en la que el canciller de hierro atraía al campo prusiano a los bávaros, “con determinadas distinciones y acuerdos”. El autor ni siquiera se pregunta si Francia estaría dispuesta a asumir tal papel, ni por las sospechas y tensiones que despertaría un resurgir de la tradicional “desmesurada voluntad de poder” alemana apuntada por Heleno Saña77. Otros autores son menos ambiciosos y se conforman con primeros pasos: “que Merkel se candidate para presidir el Consejo Europeo”78. Otros, en fin, ya parecen dar por supuesto el ejercicio de la hegemonía por parte de Alemania y reflexionan sobre sus contornos. En una significativa declaración que ilustra esos sueños el embajador Wolfgang Ischinger, organizador de la Conferencia de Seguridad de Munich y “responsable para las relaciones con el gobierno” del consorcio Allianz, un poder fáctico alemán, respondía así a una pregunta acerca de, “ ¿Qué debe aprender de Estados Unidos la Alemania de hoy?”: “el papel de Hegemon buenazo cuya seña de identidad es la solidaridad y la generosidad, y que en ese papel no debe esperar gratitud, sino críticas de los pequeños”79. Ischinger organizó, en la mencionada conferencia, un cónclave militarista con gran representación de la Otan y el complejo militar-industrial transatlántico, un panel de discusión bajo el título “el papel de Alemania en Europa y el papel de Alemania en el Mundo”. Cuando un observador objetó que el titulo correcto debía haber sido, “el papel de Alemania en Europa, y de Europa en el mundo”, el embajador no supo qué contestar.
El “Cuarto Reich” es imposible porque las cuentas no salen. En la posguerra mundial, Estados Unidos representaba la mitad de la riqueza mundial y una incomparable fuerza militar global. Su economía ascendía a 1,3 billones en 1949, cuando las de Francia y Alemania eran de unos 200 millardos la del Reino Unido de 250 millardos y la de Italia de 152. Es decir, Estados Unidos era económicamente mayor que la suma de todos los demás. Hoy la economía alemana asciende a 3,3 billones, un 25% más que Francia, un tercio más que el Reino Unido y solo representa entre el 20% y el 25% del PNB de la Unión Europea. Su comercio depende de la UE en un 60%. Todo eso alcanza, como máximo, para ser el “mayor accionista” de la UE, papel para el que Alemania necesita a los demás accionistas. Practicar una política que va en contra de los intereses de sus socios es completamente inviable. Lo que las sugerencias y veleidades hegemónicas de Alemania en Europa evocan es miopía: los titubeos y dudas de un país demasiado potente para ser uno más en Europa, pero demasiado débil para pretender repetir un nuevo intento de dominio continental80.
75 En Internationale Politik, DGAP, diciembre 2010. En 2008 y durante la campaña electoral de 2009, la canciller Merkel dijo en varias ocasiones que el objetivo en la crisis era “fortalecer el papel de Alemania en el G-20”.
76 Christoph Schönberger, Hegemon wieder willen. Zur Stellung Deutschlands in der Europäische Union. En Merkur, enero 2012.
77 Entrevista con el autor en La Vanguardia digital, 15-02-2011.
78 Gunter Hofmann en Internationale Politik, DGAP, abril 2012.
79 Die Welt, 05-02-2012.
80 Ver al respecto la intervención del ministro de exteriores polaco, Radoslaw Sikorski el 03-02-2012 en la Conferencia de seguridad de Munich.