II.8. Una Unión Europea más democrática
Resulta muy desalentador que hayan sido Merkozy (el tándem Merkel y Sarkozy) –hasta las recientes elecciones presidenciales francesas, que auparon a la presidencia de ese país a François Hollande– y los presidentes del BCE (Trichet primero y después Draghi) quienes hayan llevado la voz cantante en la conducción de la crisis. Los Parlamentos de los países que forman parte de la Unión y el Parlamento Europeo apenas han tenido capacidad de intervención en el proceso de toma de decisiones. La Comisión Europea y su presidente José Manuel Durao Barroso, el Consejo Europeo y su presidente Hermann Van Rompuy, el Ecofin –el consejo de los ministros de finanzas de la UE– o el Eurogrupo –formado por los ministros de finanzas de la Eurozona, presidido hasta ahora por Jean-Claude Juncker–, incluso las cumbres de jefes de Estado y de Gobierno, todos ellos han tenido un papel muy diluido en el proceso que comenzó a finales de 2008. Ello ha puesto de manifiesto el enorme déficit democrático que arrastra la UE y ha debilitado hasta extremos muy preocupantes el proyecto europeo. El sueño europeo de quienes pusieron en marcha las primeras instituciones comunitarias está a punto de fenecer.
La gestión de la crisis ha puesto, pues, en evidencia un gigantesco y muy preocupante déficit democrático en la Unión Europea. Y lo que es peor aún, entidades privadas como las principales agencias de calificación de riesgos y las instituciones de calificación crediticia han adquirido un poder gigantesco que ha condicionado y condiciona la actuación de los representantes políticos. Muchos ciudadanos y ciudadanas de la Unión Europea, sobre todo los de los países más vulnerables pertenecientes a la Eurozona, sienten que su voz y su voto apenas cuentan en el proceso que está gestionando la crisis.