Para que el proyecto y la utopía europea, que están en horas muy bajas, sobrevivan hace falta, según una opinión c
ada vez más extendida, fortalecer la c
onciencia de c
iudadanía europea inyectándole espíritu europeísta e, igualmente, se hace preciso garantizar la primacía de la política sobre los intereses privados, sobre todo los de los bancos.
Si los padres fundadores de la C
omunidad Económica Europea, luego Unión Europea, levantasen la c
abeza se horrorizarían ante la deriva antieuropeísta que ha adoptado la Unión y muchos de ellos suscribirían seguramente el manifiesto “Indignez vous” de Stéphane Hessel, uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El espíritu europeísta está totalmente alicaído y no se avizora por ninguna parte un proyecto europeo que sirva para unir a los c
iudadanos y c
iudadanas de los países de la Unión en pos de un ideal y de unos objetivos c
ompartidos. El presidente de la C
omisión Europea juega un papel extremadamente débil, sin liderazgo alguno (sin que el nuevo c
argo de presidente de C
onsejo, c
on el que hace tándem, añada nada al liderazgo europeo), c
uando resulta absolutamente necesario que alguien de la talla de Delors o de Prodi, por lo menos, empuje del c
arro de la Unión y ejerza un c
ierto c
ontrapeso a los intereses de los Estados.
En una documentada y lúcida c
rónica periodística titulada “Eurodesencanto”, C
laudi Pérez afirma que la c
risis que aqueja a Europa no es solo económica sino también política, social y de identidad. La c
rónica recoge la idea de un joven estudiante alemán (“Europa es una pesada c
arga que nuestros padres nos ataron a los tobillos por c
ulpa de nuestros abuelos”) y la de un eurócrata, según el c
ual la UE “es, o debería ser, una organización internacional c
omo la OCDE o el FMI”. El ministro alemán de Hacienda, Wolfgang Schäuble, aporta su visión: “Ya no se puede c
onvencer a los jóvenes de que la UE es imprescindible para evitar otra guerra. Hay una generación para la que eso ya no vale. Necesitamos nuevas razones”.
Sin embargo, el ministro de Finanzas de Polonia, Jacek Rostowski, no se mostró tan seguro de ello en una c
omparecencia ante el Parlamento Europeo que se c
elebró el 14 de septiembre del año pasado. C
ontó que un excolaborador suyo, ahora presidente de un gran banco, le dijo que, en su opinión, a la luz de las c
onmociones políticas y económicas que está atravesando Europa últimamente sería muy raro que no hubiese una guerra en los próximos diez años, por lo que estaba pensando en emigrar a los EE. UU. c
on su familia. Ante unos eurodiputados que le escuchaban atónitos afirmó: “Esto no lo podemos permitir” añadiendo que en todo c
aso “Europa está en peligro”.
Es preciso, en nuestra opinión, revitalizar la c
onciencia y la identidad europeas. Hay que poner sobre la mesa argumentos, intereses c
omunes, activos y recursos humanos de naturaleza europea. Hay que generar un pensamiento europeísta y alimentar un fuerte movimiento europeo.
El pasado 9 de mayo, día de Europa, se leía un magnífico manifiesto en el Parlamento Vasco, impulsado por Eurobask y firmado por responsables políticos de todas las formaciones y numerosas personalidades. Se afirmaba, entre otras muchas ideas que “Tras el desconcierto y parálisis inicial, las respuestas a la c
risis han puesto de manifiesto la marginación de las instituciones c
omunitarias, las divisiones internas, el debilitamiento del europeísmo y la c
ontradicción entre las ambiciones europeas c
omunes y los intereses particulares de los Estados. Nuestra preocupación, va sin embargo más allá. En c
ada elección europea reciente se pone de manifiesto que Europa no solo se ha debilitado sino que, además, ha c
ontraído una grave enfermedad c
uyos síntomas son el populismo, el c
recimiento de la extrema derecha y la normalización en los discursos políticos de posiciones extremistas y/o excluyentes”. Más adelante se dice lo siguiente: “Renovando nuestro c
ompromiso europeo, los europeístas vascos queremos alzar hoy nuestra voz para afirmar que Europa no es el problema, Europa es la solución. Las dificultades que afrontamos actualmente se deben precisamente al secuestro de la Unión Europea por visiones c
ortoplacistas que impiden una decidida acción política europea que nos permita superar c
on éxito la actual c
risis”.
Se pide, entre otras c
osas, que se “reoriente el sistema financiero a su función tradicional: apoyar la eficacia de la economía productiva c
omo uno de los factores generadores de bienestar social”. Asimismo, se aboga por reivindicar “una nueva política económica europea que, sin marginar los objetivos macroeconómicos, reducción de deuda y aumento de la c
ompetitividad, ponga en marcha una nueva revolución verde a través del impulso de la I+D+i, lo que permitirá acelerar el c
recimiento económico y la c
reación de empleo y establecer nuevos instrumentos de c
ohesión económica y social, necesarios para superar las c
recientes desigualdades sociales”.
Concluye así el manifiesto: “Alertamos por ello sobre los discursos del miedo y el desánimo que solo c
onducen al fracaso, egoísmo, insolidaridad y a posiciones xenófobas”.
No podemos estar más de acuerdo c
on estas palabras. Hay que hacer un esfuerzo especial para impulsar un movimiento c
iudadano europeísta y, al mismo tiempo, para reforzar el pensamiento europeísta. El momento es delicado e importante. Edwin Truman, del Peterson Institute opina que Europa “corre el riesgo de romperse por tercera vez en un siglo, esta vez sin tanques ni aviones, c
on los mercados financieros c
omo única artillería”.