Reflexiones finales
Finalmente, quiero reflexionar aquí sobre el impacto que este fenómeno puede acarrear para el apoyo ciudadano al Estado de bienestar. Los inmigrantes aportan claramente más al Estado de bienestar de lo que reciben. Introducen flexibilidad y suplen carencias del sistema de protección social, pero... al mismo tiempo generan demandas y plantean nuevos retos.
El sistema de protección social les incorpora relativamente bien pero debe abordar una serie de cuestiones impostergables, no solo respecto a los inmigrantes. El reto que tienen las autoridades ante sí es complejo: la preservación del Estado de bienestar depende del reforzamiento de la solidaridad social y de la inclusión social de todos sus miembros. Los inmigrantes aterrizan en un Estado de bienestar como el español, ya de por sí atravesado por conflictos concomitantes en su solidaridad interna. La aparición de los inmigrantes en el escenario español puede también desatar o
tro movimiento en defensa de solidaridades particularistas: aquellas solidaridades intra-grupales basadas en la pertenencia étnica (racial, religiosa, etc.).
Hablar de solidaridad implica pues necesariamente plantearse solidaridad ¿entre quiénes?, es decir, implica un debate sobre identidad y ciudadanía. ¿Quién es ciudadano/a? ¿Cómo se define? ¿Quién lo define? ¿Qué debe primar en la definición de la identidad, autodeterminación o
determinados marcadores culturales? La solidaridad y los Estados de bienestar no nacieron de la nada. Los distintos tipos de solidaridad son el producto de las coaliciones que dieron lugar a los diferentes regímenes de bienestar. Los regímenes de bienestar conservador-corporativistas continúan el tipo de solidaridad intra-grupal propia de los gremios, según la cual sus miembros se apoyan mutuamente entre sí. También los sindicatos desarrollan un tipo similar de solidaridad intra-grupal, donde la solidaridad no se extiende más allá de las fronteras del propio colectivo, en este caso definido con un criterio de clase social. Los regímenes social-demócratas, si bien provenientes de fuertes movimientos sindicales en algunos países y de los partidos socialistas formando gobiernos, hubieron de incorporar un tipo de solidaridad nacional a la hora de recabar apoyos para su proyecto de reforma. De esta manera, la solidaridad socialista intra-clase trabajadora hubo de convertirse en solidaridad universal (cross-class) abarcando todos los residentes de una nación.
La inmigración saca a relucir los diversos retos que debe afrontar el Estado de bienestar de cara a su sostenibilidad futura y el reforzamiento de la solidaridad social.
Un primer reto es el de la fuga de las clases medias. Los regímenes social-demócratas promueven pues la igualdad de estatus, promoviendo una solidaridad universal igual para todos (‘tasa-fija democrática’ o
democratic flat-rate) y presumiendo una meta similar para todos los ciudadanos: un beneficio modesto e igualitario. El problema con este proyecto es si la meta de los ciudadanos difiere entre sí o
es abiertamente des-igualitaria. Las clases medias y nuevas clases medias, que abiertamente aspiran a distinguirse y o
btener mayores beneficios que el resto, se convierten pues en un problema para la solidaridad entre clases, pilar básico del Estado de bienestar social-demócrata.
Pero estas clases medias que o
ptan por servicios privados, quieren reducir sus impuestos y se preguntan el para qué de mantener este costoso Estado benefactor, o
lvidan demasiado fácilmente lo que Tony Judt ha llamado el ‘trauma social y político que representaba la inseguridad económica de las masas’. La lucha contra la desigualdad social extrema está en el o
rigen de los Estados de bienestar, entendiéndola como condición necesaria para la democracia y el crecimiento económico. Las clases medias o
frecieron su solidaridad a cambio de paz social. Querer ir por libre no es solo egoísta, sino que es poco inteligente.
Un segundo reto es el de la integración de los inmigrantes, entendida aquí no en términos de adaptación cultural sino de lograr igualdad socioeconómica. En este sentido, la inclusión socioeconómica de la población de o
rigen inmigrante debe ser fomentada por las autoridades públicas, no solo por razones de justicia social y por evitar una dualización de la sociedad en la que la población más desfavorecida económicamente venga a coincidir con las minorías étnicas. Sino porque la lucha contra la exclusión social de los inmigrantes es una condición necesaria para la democracia y el crecimiento económico de toda la sociedad.
Un tercer reto es el de la intolerancia de clases vulnerables. Este reto se debe leer en términos de lucha contra la desigualdad social. Sin embargo, no es la existencia de competencia por recursos escasos lo que explica estas actitudes, sino que son las actitudes las que explican más bien la percepción de dicha competencia. Y en este sentido, determinadas políticas facilitan el que los inmigrantes percibidos como competidores por prestaciones y servicios públicos. Un claro ejemplo son las políticas de austeridad. Lo que Paul Krugman llama la creencia en el ‘hada de la confianza’ (El País, El final de un cuento de hadas), la creencia que las políticas de austeridad nos sacarán de la recesión económica y que hemos de recortar drásticamente las políticas sociales. Como la O
IT reconocía hace dos semanas, estas políticas no solo no solucionan la crisis ni aumentan la confianza de los inversores, sino que deterioran mucho más la situación incrementando el paro y la vulnerabilidad social. En consecuencia, suponen un grave aumento de la percepción de conflicto y debilitan la sostenibilidad social del Estado de bienestar.
¿Qué pueden hacer ante esto las autoridades?
Por una parte, reforzar la política social al tiempo que se minimizan los gastos sociales no redistributivos. Reforzar la solidaridad tiene que pasar por recortar o
tras partidas. Hay que aportar y equilibrar recursos, siempre desde la perspectiva de la distribución de rentas y la equidad. Por o
tra, esto siempre tiene que ir acompañado de lo que Chomsky llama el ‘imperativo de la regulación’. Es decir, no solo o
tra Economía es posible sino que o
tra Economía es necesaria si queremos o
tro Estado de bienestar sostenible. Y esta Economía tiene que pasar por regular los flujos financieros y los bancos.