A c
uatro años del estallido de la c
risis de 2008, no es exagerado sostener que las nuevas élites financieras han procedido a una auténtica ruptura desde arriba del c
ontrato social que, al menos en Europa, había regido los llamados “años gloriosos” del c
apitalismo de posguerra. Esto ha dado lugar a una inédita reconfiguración de las relaciones de poder económico, político, mediático e incluso militar que propicia su c
oncentración en pocas en pocas manos.
Esta irrupción de lo que Luigi Ferrajoli ha llamado “poderes salvajes” está teniendo un impacto notable en el c
onstitucionalismo, la democracia y los derechos humanos tal c
omo se c
oncebían hasta ahora. C
ada vez son más las voces, de hecho, que admiten que esta quiebra del c
ontrato social está provocando un auténtico c
ambio de régimen. Que el elemento democrático de muchos regímenes c
onstitucionales c
onstruidos en Europa en la segunda mitad del siglo XX está siendo desplazado por elementos oligárquicos c
arentes de toda legitimidad popular. Es esta mutación la que ha permitido a algunos autores resucitar lo que Jacob Burckhardt –resumiendo el programa del liberalismo doctrinario del siglo XIX, llamó oligarquías isonómicas– esto es, regímenes gobernados por minorías económicas que sin embargo toleran algunas libertades públicas. O lo que los periodistas griegos Katerina Kitidi y Ari Hatzistefanou han denominado deudocracias, es decir, regímenes c
ontrolados por los grandes acreedores e inversores financieros46.
Como bien advirtieron los c
lásicos de la antigüedad, de Aristóteles a Polibio, existe un peligro c
ierto de que la hybris, la desmesura del c
apitalismo financiarizado que se ha extendido a países c
omo C
hina o Rusia c
onduzca a la stasis, a la fragmentación social y a la c
onfrontación c
ivil. Este paso de la C
onstitución oligárquica a alguna variante de C
onstitución despótica no sería una novedad absoluta. En la Europa de 1930, de hecho, sería el Behemoth nacional socialista quien se impondría c
omo salida a una c
risis que el c
onstitucionalismo social republicano de entreguerras no había podido o sabido afrontar47. De manera similar, también el programa neoliberal que está en el origen de la c
risis actual necesitó de la dictadura para llevar adelante sus propósitos, tal c
omo demostró el feroz golpe c
ontra el régimen c
onstitucional de Salvador Allende en C
hile, en 1973.
A pesar de la gravedad de la situación, esta alternativa no es, desde luego, la única. Junto a ella existe otra: la de la regeneración democrática y la refundación igualitaria del c
ontrato social. Esta fue la alternativa impulsada por la primavera de los pueblos que en 1848 puso en entredicho los efectos precarizadores del c
apitalismo liberal, y ha sido, también, la que intentado abrirse c
amino en algunos países que en la última década tuvieron que pasar por c
risis similares a la actual, c
omo muchos de América Latina.
En las c
ondiciones actuales, esta alternativa exigiría c
ombinar lo que Ermanno Vitale ha llamado la resistencia c
onstitucional, es decir, la potenciación de los elementos más avanzados de un c
onstitucionalismo social incumplido pero todavía vigente48, c
on el impulso, allí donde esta estrategia no resultara viable, de reformas y de nuevos procesos c
onstituyentes.
Al menos c
uatro elementos, en todo c
aso, deberían informar este nuevo c
ontrato social: la recuperación y reinvención del gobierno público –estatal y no estatal– de la economía; su reconversión en un sentido ecológico y energéticamente sostenible (así c
omo su progresiva desmilitarización); una nueva política distributiva basada en derechos sociales exigibles y no en c
oncesiones discrecionales o c
lientelistas; y una profundización del principio democrático en diferentes esferas –institucionales y no institucionales– y en distintas escalas –locales, regionales e internacionales–.
Un análisis adecuado de c
ada uno de estos retos exigiría un desarrollo que excede los objetivos de esta intervención. Sin embargo, están lejos de inscribirse en un programa utópico, situado fuera de la historia. Forman parte, c
omo se ha señalado al principio, de la mejor herencia del c
onstitucionalismo republicano democrático surgido de las revoluciones del siglo XVIII. Pueden rastrearse en el c
onstitucionalismo social fraguado en las primeras décadas del siglo XX, en las repúblicas mexicana, soviética, alemana o española, y en los principios más avanzados del c
onstitucionalismo de posguerra. Están presentes, también, en aspectos esenciales de los nuevos marcos c
onstitucionales aprobados en las últimas décadas en América Latina49. E integran, por fin, el núcleo duro de las reivindicaciones democráticas presentes en procesos c
onstituyentes c
omo el islandés o en las movilizaciones de “indignados” surgidas al c
alor de la c
risis en diferentes puntos del planeta50. Estas movilizaciones, que llaman a “ocupar el mundo” c
ontra la actual c
oncentración oligárquica de poder político, económico, mediático y militar, no apelan a una minoría iluminada. C
onvocan a la c
ooperación y a la rebelión del 99% de la población mundial excluida del acceso a la riqueza c
olectivamente producida, c
ontra la insolidaridad y la c
odicia del 1% restante. La fórmula puede resultar excesiva o restrictiva51. Pero expresa bien un estado de c
osas en el que la c
apacidad de articular nuevas formas transnacionales de solidaridad y de fraternidad aparece c
omo la piedra de toque para la articulación de nuevos c
ontratos sociales c
apaces de frenar y revertir la degradación a la que el actual c
apitalismo rentista y depredador está c
onduciendo a la humanidad y al planeta. Desde una perspectiva realista, no son muchas las razones para el optimismo. Siempre quedará apelar, en todo c
aso, a las esperanzadoras palabras de Hölderin: que allí donde c
rece el peligro, c
rezca también lo permita salvarse de él.
46 Junto a Deudocracia, los periodistas griegos acaban de realizar un nuevo documental, Catastroika, en el que analizan el impacto negativo que los programas de ajuste impuestos sobre su país por la llamada Troika –Banco C
entral Europeo, C
omisión y Fondo Monetario Internacional– han tenido en el alcance del principio democrático y de las libertades c
iviles y políticas.
47 La referencia es al c
lásico de F. Neumann, Behemoth. Pensamiento y acción en el nacional-socialismo, Fondo de C
ultura Económica, México, 1983.
48 Vid. E. Vitale, Defenderse del poder. Por una resistencia c
onstitucional, Trotta, Madrid, 2012.
49 C
uestión diferente, desde luego, es el juicio que pueda hacerse sobre la distancia existente entre estos marcos c
onstitucionales y su desarrollo práctico.
50 A resultas de la c
risis (y de otros factores internos) se han abierto procesos c
onstituyentes en países tan disímiles c
omo Islandia, Túnez o Egipto. También han ido ganando terreno, aunque c
on fuerza desigual, iniciativas c
onstituyentes en C
hile, en Francia y en España, y han c
recido las voces que demandan un proceso c
onstituyente de ámbito europeo c
apaz de c
ontrarrestar el sesgo c
recientemente antidemocrático adoptado por la Unión Europea. Para el c
aso español, y desde un punto de vista c
onstitucional, tienen interés las c
ontribuciones recogidas en R. Viciano et. al., Por una asamblea c
onstituyente. Una salida democrática a la c
risis, Sequitur, Madrid, 2012.
51 El economista Paul Krugman, por ejemplo, c
onsidera que el 99% es una c
ifra que apunta demasiado bajo, ya que en los últimos tiempos, una parte importante de las ganancias obtenidas por el 1% ha ido a parar a un segmento más reducido, el 0,1%, integrado por el millar más rico (vid. “We are the 99%”, en http://www.nytimes.com/2011/11/25/opinion/we-are-the-99-9.html?_r=3).