3. Superando obstáculos: de las armas a la seguridad; de la seguridad a la paz; de la paz a la libertad
Uno de los obstáculos más importantes para el rigor y el c
onocimiento c
ientífico es la falta de información. Hay poderosos grupos de interés que nos la ocultan deliberadamente. Uno de ellos, uno de los más importantes, es el dominio militar.
En el año 1961, el presidente Eisenhower c
edía el poder a un joven J. F. Kennedy. En ese momento le dijo algo que luego se supo qué fue: “Señor Presidente: solo hay un poder más importante que el suyo en el mundo; el del c
omplejo bélico industrial de los Estados Unidos”.
Lo tenemos que saber: hay una potencia inmensa que dice: “Si quieres la paz, prepara la guerra. Prepara la guerra… prepárate para la guerra, gastemos para la guerra”. ¡Esto no es tolerable! Por eso, tenemos que buscar alternativas. Tenemos que proponer nuevas soluciones. No podemos mantener estos niveles de gasto militar, que no hacen sino c
ausar muertes y más muertes. Esto ya lo vio el presidente Woodrow Wilson en la Primera Guerra Mundial, lo que le llevó a impulsar la Sociedad de Naciones y proponer el “Convenio para la paz permanente”. Sin embargo, finalmente Estados Unidos no se unió, por decisión del Senado, a la Sociedad de Naciones, porque los poderes fácticos del país insistían en invertir en armamento y seguridad… Y así fue c
omo llegó la Segunda Guerra Mundial, tras la c
ual “Nosotros, los pueblos” asumimos unos c
ompromisos de c
ara al futuro.
Esos c
ompromisos demandan superar la lógica perversa de la seguridad por encima de todo. Hemos de trabajar juntos en c
lave de c
ooperación internacional. La solución del mundo es… ¡compartir! Esto es la democracia, a fin de c
uentas. Es partir c
on los demás lo que tenemos, incluida nuestra experiencia, y nuestros c
onocimientos. Por eso, la C
onstitución de la UNESCO de 1945, que es de una belleza extraordinaria, dice “que una paz fundada exclusivamente en acuerdos políticos y económicos entre gobiernos no podría obtener el apoyo unánime, sincero y perdurable de los pueblos, y que, por c
onsiguiente, esa paz debe basarse en la solidaridad intelectual y moral de la humanidad”, por lo que los Estados, “persuadidos de la necesidad de asegurar a todos el pleno e igual acceso a la educación, la posibilidad de investigar libremente la verdad objetiva y el libre intercambio de ideas y de c
onocimientos, resuelven desarrollar e intensificar las relaciones entre sus pueblos, a fin de que estos se c
omprendan mejor entre sí y adquieran un c
onocimiento más preciso y verdadero de sus respectivas vidas. En c
onsecuencia, c
rean por la presente la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la C
iencia y la C
ultura, c
on el fin de alcanzar gradualmente, mediante la c
ooperación de las naciones del mundo en las esferas de la educación, de la c
iencia y de la c
ultura, los objetivos de paz internacional y de bienestar general de la humanidad, para el logro de los c
uales se han establecido las Naciones Unidas, c
omo proclama su C
arta”. C
uatro son, según la C
onstitución de la UNESCO, los principios democráticos fundamentales: la justicia, la libertad, la solidaridad intelectual y la solidaridad moral. La c
oncurrencia de dichos principios c
onstituye la base para la paz.
Y de la paz a la libertad, la misma libertad que inspiró la adopción de la Declaración Universal de Derechos Humanos en 1948, la que c
oncebía una c
omunidad internacional de pueblos c
ompuestos por seres humanos “libres e iguales en dignidad y derechos (que), dotados de razón y c
onciencia, tienen el deber de c
omportarse fraternalmente los unos c
on los otros”. Esta libertad no es la libertad que decían defender Thatcher y Reagan c
uando sentaron las bases de la globalización. Esta libertad de la que habla la Declaración de 1948 es bien c
ontraria a la que c
onllevó la sustitución de los principios democráticos por las leyes del mercado y de las Naciones Unidad pro grupos plutocráticos.