I.3. La necesidad imperiosa de una regulación rigurosa del sistema financiero
Existe, sin embargo, una amplia c
oincidencia en la necesidad de una regulación del sistema financiero, una regulación en serio, eficaz y rigurosa puesto que el status quo actual se c
aracteriza por la existencia de pocas y débiles normas internacionales y por un proceso de desregulación en las últimas décadas por lo que respecta a algunos países importantes, sobre todo EE. UU.
Si no se toman medidas eficaces en el futuro próximo, es muy probable que haya más c
risis agudas, c
on el agravante de que los poderes públicos no tendrán recursos para hacer frente a los mismos y que en c
onsecuencia las fallas no resueltas del sistema financiero pueden traer c
onsigo la destrucción, entre otras c
osas, del Estado social o de bienestar.
Hay un alto grado de c
oincidencia en reclamar, c
omo decíamos, una regulación del tráfico financiero internacional, de las transacciones de los activos y productos financieros, c
on el objeto de disciplinarlo y erradicar las prácticas basadas en la pura especulación que resultan tan peligrosas para el propio sistema financiero y para las empresas de la economía productiva y los Estados. Sería deseable que se prohibiesen algunos productos financieros altamente peligrosos, c
omo los C
DS, así c
omo los paraísos fiscales, y que se impusiese una tasa a las transacciones financieras.
Asimismo, habría que limitar el poder de las agencias de c
alificación. Es justamente lo que pedía en un artículo publicado el 2 de enero de este año Jean-Michel Naulot, miembro de la Autoridad francesa de los Mercados Financieros (AMF). Proponía, entre otras c
osas, que en relación c
on la c
alificación del riesgo de las deudas soberanas, tarea que tiene implicaciones sistémicas, sean los equipos de análisis del Fondo Monetario Internacional los que tengan reservada esa c
ompetencia para garantizar la independencia de las valoraciones del riesgo.
El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz decía en un reciente artículo que “el factor evidente que precipitó la c
risis fue la imprudencia imperdonable del sector financiero, sumada a la insensatez de una desregulación que le dio rienda suelta. La herencia que nos dejó (excedente en el sector inmobiliario y hogares demasiado endeudados) dificulta todavía más la recuperación”. Y apunta vías de solución para salir de la actual situación: “hacen falta sólidos programas de gasto público que apunten a facilitar la reestructuración, promover el ahorro energético y reducir la desigualdad; y junto c
on esto, una reforma del sistema financiero internacional que c
ree alternativas a la acumulación de reservas”.
Las posibilidades de que se produzca algún c
ambio en el escenario internacional son, sin embargo, muy reducidas. Los intereses de los diferentes países que c
omponen el G-8 y el G-20 son muy divergentes, los paraísos fiscales tienen padrinos muy poderosos y las grandes c
orporaciones, sobre todo las financieras, ejercen una poderosísima presión, c
on notable éxito hasta la fecha, para que todo siga igual.
En el marco de la Unión Europea, en c
ambio, podría haber posibilidades de que se adoptasen decisiones en la buena dirección, en la dirección adecuada para salvar el Estado social.