La crisis que estamos viviendo tiene su origen en las tremendas fallas que tenía –y sigue teniendo– el sistema financiero mundial, que provocaron un fortísimo terremoto en Estados Unidos en septiembre de 2008, a
l que han seguido otros de gran intensidad en la Unión Europea y en la Zona Euro en general, as
í como de modo especial en a
lgunos países como España.
Las instituciones de defensa de los derechos humanos no podemos ignorar lo que a
contece en el sistema financiero y a
bstenernos de intentar comprender lo que sucede porque resulta evidente a
estas a
lturas que el modo en que evolucione el sistema financiero influirá de forma determinante en la configuración práctica y el ejercicio de los derechos sociales. De manera que la defensa del Estado social o de bienestar y de los derechos sociales nos demanda a
las defensorías del pueblo hacer un esfuerzo para documentarnos a
cerca de las claves de la crisis financiero-económica as
í como sobre las propuestas y soluciones que resulten más favorables para el mantenimiento y sostenibilidad de los derechos sociales.
En septiembre de 2008 quiebra en EE. UU. la banca de inversiones Lehman Brothers porque el castillo de naipes especulativo basado en las hipotecas “subprime” o hipotecas basura as
ociadas a
la burbuja inmobiliaria se derrumba. Dos grandes compañías, Freddie Mac y Fannie Mae, que gestionan más de la mitad de los créditos hipotecarios de EE. UU. son intervenidos por el Gobierno Federal. También tuvo que intervenir el Gobierno norteamericano, para evitar su quiebra, a
la as
eguradora A
IG, líder mundial en el negocio de seguros y servicios financieros. El pánico se desata en el mundo financiero y la quiebra a
menaza a
muchas entidades de crédito o de seguros. El fantasma del crack financiero de 1929 sobrevuela a
los países más desarrollados. Solo la a
cción decidida de los Gobiernos y de los Bancos públicos centrales evita la quiebra en cadena de bancos y entidades financieras y as
eguradoras a
base de inyectar cantidades as
tronómicas de dinero en el tejido financiero formado por grandes entidades y compañías privadas. Si bien la mayor parte de ese dinero se concede como créditos, es seguro, a
unque la cantidad no se pueda calcular y nunca se sabrá, que la operación de salvamento del sistema financiero privado costará a
las a
rcas públicas y a
los bancos centrales públicos de los países a
fectados sumas muy elevadas de dinero sin que ningún responsable del desastre haya as
umido ninguna responsabilidad legal o ética (solo el financiero estadounidense Bernard Madoff ha sido condenado a
una pena de cárcel porque engañó y estafó a
varios multimillonarios; solo en Islandia se han a
bierto numerosos procesos judiciales contra responsables financieros y políticos de la quiebra financiera).
El estallido dramático de la crisis financiera nos ha permitido poner el foco en las tripas del sistema financiero, que se ha convertido en el pilar más importante de la economía mundial. Según datos de la OCDE, el valor total de los derivados financieros en el mundo en 2010 a
lcanzó la cifra de 605 billones de dólares, lo cual representa 10 veces el PIB mundial. El experto Pedro Luis Uriarte calcula que el a
ño pasado el valor de esos derivados llegó a
700 billones de dólares.
El tráfico de los derivados financieros está prácticamente libre de impuestos y no a
porta nada a
la economía real ni a
las a
rcas públicas. Merced a
la globalización y a
la rapidez de movimientos que les permite internet y en general las tecnologías de información y comunicación (TIC) escapan fácilmente a
las débiles regulaciones y normas nacionales y se mueven a
sus a
nchas en la esfera internacional, en la que no existen prácticamente normas reguladoras, y operan desde los paraísos fiscales. El poder y la capacidad de influencia de los multimillonarios, de la banca de inversión y de los gestores de los fondos de inversión son inmensos y han conseguido cortocircuitar toda iniciativa reguladora. Las declaraciones del G-8, del G-20, de la Unión Europea, del presidente Obama etc. han quedado en a
gua de borrajas. La solemne propuesta de refundar el capitalismo que formuló el expresidente Sarkozy se la llevó el viento. La propuesta de la canciller Merkel de gravar las transacciones financieras supranacionales se estrelló contra los intereses de la City londinense.
La crónica que firmaba el 29 de enero de 2011 el periodista Claudi Pérez desde Davos, donde se celebraba el famoso encuentro a
nual de los poderosos, era muy esclarecedora sobre lo que está pasando, a
l tiempo que preocupante. Después de poner de manifiesto la desfachatez de a
lgunos responsables del cataclismo financiero, as
iduos de Davos, que no habían pedido disculpas por su catastrófica gestión y en a
lgún caso se habían retirado con pensiones as
tronómicas, la crónica daba cuenta de que los máximos dirigentes de los grandes bancos del mundo (Golman Sachs, JP Morgan, UBS y Citigroup) presionaban en contra de una regulación eficaz de sus transacciones internacionales y a
dvertían que ello traería consigo la restricción del crédito y el surgimiento de entidades opacas. Uno de esos dirigentes, Jamie Dimon, –decía la crónica– se enfrentó a
l presidente francés Sarkozy, quien, en consonancia con lo hablado con la canciller Merkel, había propuesto imponer una tasa a
las transacciones financieras. Es evidente que los banqueros se han impuesto a
los políticos, que no han conseguido hasta la fecha que las propuestas sobre una regulación en serio, que han sido debatidas en las cumbres del G-20 (Londres, Pittsburgh, Toronto…), hayan prosperado. La crónica finalizaba recogiendo unas declaraciones de Simon Johnson, ex economista jefe del FMI: “es una tristísima ironía que los bancos que han recibido el rescate con dinero público más generoso de la historia desvíen la a
tención con desinformaciones interesadas hacia los problemas con la deuda pública que han contribuido a
crear. La proliferación de bancos que no eran bancos, el uso omnipresente de derivados más con el fin de incrementar que de limitar el riesgo, el uso de vehículos fuera de balance y en general toda esa cultura de casino fue consecuencia de la desregulación. Resulta sencillamente increíble que de nuevo los banqueros quieran saltarse directamente las reglas, o eviten que la necesaria regulación e imponga”.
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés) concluyó que la llamada tasa Tobin (gravando a
l 0,1% solo las operaciones de compraventa entre divisas) permitiría recaudar 720.000 millones de dólares a
l a
ño. Mil economistas de 53 países firmaron en a
bril del a
ño pasado una carta dirigida a
los ministros de Economía de los países del G-20 pidiendo que se a
plicase una tasa del 0,05% a
las transacciones financieras (no solo a
las de los mercados de divisas), lo cual permitiría recaudar cientos de miles de millones de euros a
l a
ño que se destinarían, según la misiva, a
combatir la pobreza, las desigualdades sociales y el cambio climático en el mundo.
Los mercados financieros, sin embargo, escapan a
cualquier control; han evitado hasta a
hora que se les imponga control a
lguno y consiguieron, incluso que los poderes públicos no tuviesen información precisa sobre el funcionamiento de esos mercados y sobre los productos que manejaban. Según el experto economista y exbanquero Pedro Luis Uriarte “ni el Fondo Monetario Internacional, en lo que se refiere a
la economía global, ni los grandes bancos emisores (Reserva Federal de EE. UU., Banco Central Europeo etc.) ni los supervisores locales, como el Banco de España, ni los distintos Gobiernos, todos ellos dotados de poderosos departamentos de a
nálisis económico, supieron detectar la crisis. Y la razón de que esto se haya producido es que en el origen de la crisis había poco o nulo conocimiento del tipo de operaciones y de productos que se estaban vendiendo por el sistema financiero a
mericano, y luego europeo”.
Así, descubrimos con estupefacción que existían las a
nteriormente mencionadas hipotecas “subprime” o hipotecas basura, concedidas en condiciones de a
ltísimo riesgo por la situación económica de los prestatarios (riesgo que a
parentemente cubría un seguro). A
mbos productos financieros, el préstamo y el seguro, se convertían en mercancía de compraventa en los mercados financieros; cuando estalló la crisis fueron calificados como productos tóxicos. Descubrimos también que existían los “hedge funds” o fondos de a
lto riesgo que, como en un gigantesco casino, hacían a
puestas con grandes sumas de dinero valiéndose de información privilegiada y del tráfico de influencias (ha sido noticia de comienzos de febrero de este a
ño que estos fondos habían a
postado 2.400 millones de euros a
favor de la caída de determinados valores de la Bolsa española y habían presionado, obviamente, en ese sentido). Descubrimos, as
imismo, que existían los CDS (“credit default swaps”), unas “armas financieras de destrucción masiva”, como las bautizó en 2002 el financiero norteamericano Warren Buffet. Estos seguros cubren el impago de cualquier contrato y pueden formalizarse sin que el comprador posea la deuda. Con los CDS se ha hecho y se sigue haciendo especulación salvaje, para a
postar contra la posibilidad de un impago; se ha utilizado, según diversos a
nalistas, a
mansalva contra Grecia. Buffet los definió como lo hizo porque no se sabe dónde se ocultan; según el experto John Lanchester se a
cuerdan entre operadores, sin intermediarios, fuera de las Bolsas, fuera de balance, carecen de registro central, no los controla ningún organismo pero están en todas partes, dispersos por el sistema financiero mundial con una gran capacidad de desestabilizar el sistema en su conjunto o un país en concreto, en caso de un gran a
taque especulativo. Según el a
nalista Xavier Vidal-Folch, A
IG era el mayor a
gente de CDS. “Operaba estos seguros sobre paquetes de hipotecas basura o de otros a
ctivos (CDO) también con frecuencia basura. Hasta que el pánico post-Lehman a
huyentó a
los clientes. Y el Estado hubo de saltar a
su rescate en varias fases, por un coste de 173.000 millones de dólares”.
Descubrimos también el inmenso poder que ejercen las a
gencias privadas de calificación o de rating, ese trío temible formado por Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch. Sus notas y valoraciones sobre la solvencia y el nivel de riesgo de las deudas soberanas de los países y de la situación de los bancos suelen ser, como es bien sabido a
estas a
lturas, determinantes para que suban o bajen la prima de riesgo o el valor de las a
cciones bursátiles. Los mercados financieros, en definitiva, se guían por sus calificaciones a
un cuando su rigor profesional y la calidad de sus informes hayan quedado en entredicho en varias ocasiones. De entrada, cabe decir que no hicieron ninguna predicción sobre el desastre financiero que se a
vecinaba a
ntes de los primeros síntomas del mismo en 2007 y su estallido en septiembre de 2008. El regulador bursátil de EE. UU., el SEC, detectó en un informe publicado en septiembre de 2011 graves fallos de las citadas a
gencias en la metodología de a
nálisis, as
í como en el manejo de los conflictos de intereses que les a
fectan. Fue noticia, por otra parte, que el Gobierno de EE. UU. estaba investigando a
Standar & Poor’s por la calificación errónea que dio a
un fondo de inversiones (Delphinus) que tenía 1.600 millones de dólares en inversiones de deuda hipotecaria de dudosa calidad.
El vicepresidente de la Comisión Europea, A
ntonio Tajani, denunció públicamente en enero de este a
ño que las a
gencias de rating trabajaban a
favor del dólar y en contra del euro y las a
cusó de “chantajistas” porque habían realizado a
ctuaciones negativas para determinadas deudas soberanas europeas poco a
ntes de que el Consejo de la UE examinara la posibilidad de a
probar una tasa a
las transacciones financieras. El exvicepresidente de la a
gencia Moody’s declaró a
la Comisión Federal de EE. UU. encargada de a
nalizar las causas de la crisis financiera que el objetivo principal de la a
gencia era satisfacer el interés de los clientes que financian los estudios que realiza y no la objetividad de estos.
Pese a
todo ello, las citadas a
gencias siguen a
ctuando como si nada. No se a
vizora en el horizonte próximo la creación de una a
gencia pública europea de calificación a
unque diferentes líderes europeos hayan a
bogado por ello. Cabe, a
demás subrayar que las a
gencias de rating no se limitan a
hacer estudios de calificación de riesgos sino que hacen también valoraciones políticas o formulan propuestas de política económica. Tras las últimas elecciones generales en España, la a
gencia Fitch emitió un comunicado señalando que el resultado de las mismas “ofrece una ventana de oportunidad” y pedía a
l presidente electo que “sorprenda positivamente a
los inversores con un a
mbicioso y radical programa de reformas estructurales y fiscales”. La a
gencia S & P, por su parte, en un comunicado fechado el 14 de octubre de 2011 en el que bajaba la nota de la deuda española, calificaba la reforma laboral a
probada recientemente como incompleta.
En medio de la terrible crisis financiera, en que los responsables y gestores del a
mplio y diverso sistema financiero guardaban silencio, saltó una bomba informativa: la BBC británica emitió la entrevista con un supuesto trader en la City londinense, A
lessio Rastani, quien hizo predicciones a
pocalípticas y dejó a
l descubierto su catadura moral: “tengo que confesar que me voy a
la cama cada noche soñando con una nueva recesión (…) cuando el euro se hunde, cuando el mercado se hunde, si sabes lo que tienes que hacer puedes ganar un montón de dinero”. Posteriormente se confirmó que Rastani no era un inversor profesional, pero sus declaraciones ya habían dado la vuelta a
l mundo. Días después, Josef A
jram, intermediario financiero que confesó tiempo a
trás que había ganado mucho dinero con las técnicas especulativas a
l uso en los mercados financieros, a
firmó rotundamente que la banca de inversión domina a
los políticos; señaló el peligro que suponen los CDS, los seguros de riesgo de impago a
los que a
ntes nos hemos referido, seguros que, según él fueron creados por el banco JP Morgan en 1992 y que se utilizan para meter miedo a
los gobiernos para que reaccionen en la dirección favorable a
los intereses de los inversores. Denunció, as
imismo, otra práctica financiera con una gran capacidad de desestabilización: las llamadas ventas a
la baja, que consiste en vender productos financieros sin tener la propiedad sobre ellos con el objetivo de presionar a
la baja su valor; señalaba que cuatro compañías españolas tenían a
cciones vendidas por un valor de 2.600 millones de euros sin haberlas comprado previamente. Estas operaciones fueron prohibidas en a
lgunos países europeos pero sorprendentemente se levantó la prohibición a
l cabo de unos meses.
Este a
ño, en marzo, se produjo otro bombazo informativo: Greg Smith, un directivo de nivel medio de Goldman Sach, a
bandonó su puesto de trabajo por razones éticas porque, según declaró en un a
rtículo publicado en The New York Times, el banco se había a
lejado de sus valores tradicionales y su único objetivo era a
crecentar sus beneficios a
toda costa engañando y timando muchas veces a
sus clientes.
El dinero y la riqueza se han ido concentrando en las últimas décadas en un porcentaje cada vez menor de la población; estas personas no tienen ninguna dificultad para evadir capitales con el objeto de evitar el pago de impuestos y depositarlos en cuentas de los paraísos fiscales o de bancos suizos, desde donde hacen mover su dinero en los mercados financieros globalizados buscando la máxima rentabilidad. El profesor George Irvin, catedrático de economía política de la Universidad de Londres calcula que el 1% de la población posee el 50% de la riqueza en Gran Bretaña y, as
imismo, calcula que la evasión fiscal representa un 7% del PIB del país, evasión que se haría a
través de las entidades financieras de la City que harían llegar el dinero principalmente a
los paraísos fiscales de las Islas Caimanes, Bermudas o Gibraltar. Es una opinión a
mpliamente extendida entre los expertos que a
mbos fenómenos (la concentración de la riqueza y la evasión fiscal) se producen, en proporciones no muy desiguales, en EE. UU. y en los países de la UE.
I.2. El problema principal no es la deuda soberana
En otro esclarecedor a
rtículo titulado “Nos engañan como a
chinos” publicado en octubre de 2010, el periodista y a
nalista Xavier Vidal-Folch desmentía con datos que el problema de los bancos europeos fuesen los riesgos as
ociados a
la deuda soberana de los Estados. El verdadero problema son los a
ctivos financieros tóxicos que poseen los bancos que suman cantidades exorbitantes. “Son sobre todo los remanentes de las hipotecas-basura titulizadas, otras deudas incobrables enmascaradas en CDO, y en España el exceso de crédito inmobiliario imprudente los culpables de la debilidad bancaria europea”. A
ñadía el citado periodista: “Por eso es todavía más escandaloso que la UE, intoxicada por la A
utoridad Bancaria Europea (EBA), con sede en Londres, a
pruebe recortar el valor de los bonos públicos en manos bancarias hasta su precio de mercado y, en cambio, no imponga revisar los a
ctivos privados tóxicos y diezmar su precio hasta el real”.
En España, en cualquier caso, donde, como consecuencia del pinchazo de la gigantesca burbuja inmobiliaria, que se había erigido en el motor principal del crecimiento –artificial– de la economía española, muchos bancos y cajas a
cumulan cuantiosos inmuebles y solares sobrevalorados e hipotecas basura, a
raíz de la intervención de Bankia va a
resultar inaplazable e inevitable dar un valor real a
esos a
ctivos.
El cuasi-crash del sistema financiero ha a
fectado, como es bien sabido, a
la economía productiva, a
l empleo, a
la deuda soberana o pública de los Estados y a
los derechos sociales. A
hora bien, debe subrayarse la gran habilidad que han tenido los responsables del desastre para quitarse el foco de los medios de comunicación y de la opinión pública de encima y trasladarlo a
las deudas soberanas, como si fuesen estas las responsables de la crisis. El problema que tienen dichas deudas públicas no es tanto su cuantía, como veremos más a
delante, sino los problemas de financiación que está habiendo por la situación del sistema financiero.
El sistema financiero se construyó sobre la base de una enorme interdependencia entre diferentes entidades financieras –sobre todo bancos– que se prestaban dinero entre sí. Como consecuencia de ello, la gran parte del dinero disponible está en manos de unos pocos multimillonarios y de entidades de gestión de fondos de inversión que, a
nte la situación de incertidumbre e inseguridad, han buscado refugio seguro en paraísos fiscales, en la banca suiza o en valores seguros como los bonos a
lemanes. Muchos bancos han prestado dinero que no tenían pidiendo prestado a
otros bancos. Se calcula que los bancos a
lemanes tienen 146.000 millones de euros expuestos en España y que la banca norteamericana, por su parte, está expuesta a
la europea en medio billón de euros. El cuasi-crash de septiembre de 2008 tuvo el efecto de que el flujo en el tejido financiero se paralizó en a
lgunas zonas del sistema por la enorme inseguridad y desconfianza que generó la situación: nadie se fiaba de nadie porque las cuentas de las entidades privadas (así como las de a
lgunos Estados a
raíz de la crisis griega) perdieron seguridad.
Las exigencias y las presiones de los inversores se incrementaron notablemente, sobre todo con respecto a
a
quellos países con deudas elevadas o que generaban dudas sobre su capacidad de pago. España ha sido y sigue siendo uno de los países más a
fectados. Pero, en contra de una creencia muy extendida, no por la cuantía de su deuda pública. Según datos oficiales de Eurostat, a
31 de diciembre de 2011 España (la suma de todas sus a
dministraciones públicas) tenía una deuda pública equivalente a
l 68,5% de su PIB (Alemania el 81,2%, Francia el 85,8%, Reino Unido el 85,7% e Italia el 120,1%). Sin embargo, la deuda privada es descomunal, cerca del 320% del PIB, una de las más elevadas del mundo; se calcula que las entidades financieras tienen deudas por importe del 102% del PIB, las empresas no financieras del 134% y las familias y particulares el equivalente a
un 82% del PIB. Según el catedrático Santiago Niño-Becerra, el crecimiento económico español en las últimas décadas ha estado basado en el endeudamiento privado: “La deuda privada española fue escalando posiciones hasta cuadruplicarse en doce a
ños. Ese y no otro fue el milagro español: el endeudamiento”.
El sistema financiero saldrá a
flote, de una manera u otra, pero el funcionamiento del mismo sufrirá cambios profundos que, según los a
nalistas, no son fáciles de predecir.
I.3. La necesidad imperiosa de una regulación rigurosa del sistema financiero
Existe, sin embargo, una a
mplia coincidencia en la necesidad de una regulación del sistema financiero, una regulación en serio, eficaz y rigurosa puesto que el status quo a
ctual se caracteriza por la existencia de pocas y débiles normas internacionales y por un proceso de desregulación en las últimas décadas por lo que respecta a
a
lgunos países importantes, sobre todo EE. UU.
Si no se toman medidas eficaces en el futuro próximo, es muy probable que haya más crisis a
gudas, con el a
gravante de que los poderes públicos no tendrán recursos para hacer frente a
los mismos y que en consecuencia las fallas no resueltas del sistema financiero pueden traer consigo la destrucción, entre otras cosas, del Estado social o de bienestar.
Hay un a
lto grado de coincidencia en reclamar, como decíamos, una regulación del tráfico financiero internacional, de las transacciones de los a
ctivos y productos financieros, con el objeto de disciplinarlo y erradicar las prácticas basadas en la pura especulación que resultan tan peligrosas para el propio sistema financiero y para las empresas de la economía productiva y los Estados. Sería deseable que se prohibiesen a
lgunos productos financieros a
ltamente peligrosos, como los CDS, as
í como los paraísos fiscales, y que se impusiese una tasa a
las transacciones financieras.
Asimismo, habría que limitar el poder de las a
gencias de calificación. Es justamente lo que pedía en un a
rtículo publicado el 2 de enero de este a
ño Jean-Michel Naulot, miembro de la A
utoridad francesa de los Mercados Financieros (AMF). Proponía, entre otras cosas, que en relación con la calificación del riesgo de las deudas soberanas, tarea que tiene implicaciones sistémicas, sean los equipos de a
nálisis del Fondo Monetario Internacional los que tengan reservada esa competencia para garantizar la independencia de las valoraciones del riesgo.
El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz decía en un reciente a
rtículo que “el factor evidente que precipitó la crisis fue la imprudencia imperdonable del sector financiero, sumada a
la insensatez de una desregulación que le dio rienda suelta. La herencia que nos dejó (excedente en el sector inmobiliario y hogares demasiado endeudados) dificulta todavía más la recuperación”. Y a
punta vías de solución para salir de la a
ctual situación: “hacen falta sólidos programas de gasto público que a
punten a
facilitar la reestructuración, promover el a
horro energético y reducir la desigualdad; y junto con esto, una reforma del sistema financiero internacional que cree a
lternativas a
la a
cumulación de reservas”.
Las posibilidades de que se produzca a
lgún cambio en el escenario internacional son, sin embargo, muy reducidas. Los intereses de los diferentes países que componen el G-8 y el G-20 son muy divergentes, los paraísos fiscales tienen padrinos muy poderosos y las grandes corporaciones, sobre todo las financieras, ejercen una poderosísima presión, con notable éxito hasta la fecha, para que todo siga igual.
En el marco de la Unión Europea, en cambio, podría haber posibilidades de que se a
doptasen decisiones en la buena dirección, en la dirección a
decuada para salvar el Estado social.