En algunos casos, la toma de consciencia de que hay un problema es inmediata, por las propias características de este: por ejemplo, la cancelación de un vuelo lleva directamente y
en el momento a una disconformidad de la persona. En otros sectores, ser conscientes de que se está dando un posible incumplimiento de sus derechos puede conllevar más tiempo.
Por ejemplo, Leire cuenta que le llevó unos meses darse cuenta de que le estaban cobrando de más, puesto que no solía fijarse en la cantidad que marcaban las facturas:
"No miraba las facturas, sino las primeras. Doy por hecho que no me van a engañar. A partir de un punto, abría las facturas, pero no las miraba-miraba".
A partir de la "confianza" quizás mal entendida, en que la empresa se encargará de proveer un buen servicio, y
del desconocimiento de lo que parece ser una de las principales conclusiones del estudio, y
es que ser consumidor-a responsable y
concienciado conlleva un esfuerzo. Podemos entender esta confianza como el primer síntoma de lo que parece una escasa concienciación, o más bien, de constancia, a la hora de realizar un seguimiento de los servicios por parte de las personas que lo contratan. Veremos que esta primera actitud de ingenuidad se ve complementada más adelante con otras carencias que debilitan el proceso de reclamación, como no guardar la documentación acreditativa, no presentar reclamaciones por escrito, etc.