3.10. Menores con consumos problemáticos de drogas
En los nueve a
partados a
nteriores, y también en el siguiente, dedicado a
l a
coso escolar, hemos a
nalizado situaciones o problemáticas sobre las que el A
rarteko ha llevado a
cabo un seguimiento sistemático durante varios a
ños (en ocasiones durante diez y hasta quince a
ños). Ello ha permitido disponer de gran información y poder valorar la evolución de la realidad. Y a
esto respondía, de a
lgún modo, el orden interno de cada subcapítulo y sus diferentes epígrafes.
El tema que a
bordamos en este a
partado (los consumos problemáticos de drogas) ha sido objeto de un informe extraordinario del A
rarteko (El papel de las instituciones vascas respecto a
los consumos de drogas de la a
dolescencia) publicado muy recientemente, en 2010, y, por tanto, sobre el que no hemos podido llevar a
cabo todavía ningún seguimiento.
Romperemos, pues, a
quí el orden seguido en los a
nteriores capítulos, y nos limitaremos a
ofrecer un pequeño resumen centrado en:
– Los a
ntecedentes del informe.
– Los principales problemas detectados y a
lgunos datos significativos.
– La visión de los propios menores.
– La visión de las quejas.
– Las propuestas de mejora o recomendaciones que efectuamos.
– Las posibilidades de seguimiento futuro.
Con frecuencia, la institución del A
rarteko, en sus informes extraordinarios, a
borda situaciones o problemáticas poco conocidas, poco trabajadas o sobre las cuales no existe una gran demanda social. Sirvan como ejemplo los informes elaborados en su día sobre la población temporera o sobre los menores extranjeros no a
compañados, a
los que hemos hecho referencia en a
partados a
nteriores.
No es éste el caso. El informe sobre drogas y a
dolescencia responde a
una petición del propio Parlamento Vasco y a
borda una cuestión que suele ser frecuente objeto de debate y de preocupación social.
De hecho, ha sido objeto de diferentes proposiciones e interpelaciones, centradas unas veces en las políticas de prevención de los consumos de drogas y otras en determinadas cuestiones específicas ligadas a
la población a
dolescente o juvenil, como es el caso del llamado "botellón" o la necesidad o no de disponer de más recursos o programas especializados en la a
tención a
a
dolescentes con graves problemas de a
dicción.
Tales debates y propuestas son, sin duda, un reflejo de la preocupación social por estos temas. Muchas de estas cuestiones suelen ocupar titulares en los medios de comunicación, o suscitar peticiones de intervención a
las a
dministraciones, o dar pie a
iniciativas institucionales…
Además, en este caso no estamos a
nte un tema ni mucho menos desconocido, sino a
nte una cuestión que ha sido investigada en numerosos estudios a
nteriores, a
l menos, entre nosotros, durante los últimos 25 a
ños. Sirva como ejemplo la serie de estudios "Drogas y Escuela", que ha llegado a
su séptima entrega. La mayoría de esos estudios, ya publicados, nos a
portan los datos necesarios para conocer la evolución que va experimentando esa relación, a
veces problemática, entre las personas menores de edad y las drogas.
Así, se ha estudiado periódicamente y conocemos la evolución del consumo de diferentes drogas, las a
ctitudes a
nte él, los niveles de permisividad, los sistemas de valores as
ociados a
diferentes comportamientos y a
ctitudes, los factores psicológicos relacionados con los diferentes niveles de consumo, la perspectiva pedagógica…
Incluso sobre cuestiones tan específicas como "el botellón" se han elaborado ya a
lgunos trabajos (por ejemplo, Más a
llá del botellón: a
nálisis socioantropológico del a
lcohol en a
dolescentes y jóvenes, Elzo, Laespada y Pallares, 2003; tratado también con detenimiento en Drogas y Escuela VI), lo mismo que existen estudios limitados a
la población escolar de determinados lugares, (por ejemplo, Donostia-San Sebastián, varios a
ños-; Vitoria-Gasteiz (2003)…) o a
recoger la opinión de determinados sectores de la población (por ejemplo, el profesorado (2003).
Todo esto se tuvo en cuenta a
la hora de debatir y decidir el enfoque de nuestro informe. As
í, éste pretende a
provechar los datos de los estudios a
nteriores, ya conocidos, pero quiere ir más a
llá: a
naliza, principalmente, cuáles están siendo las respuestas que las instituciones (locales, a
utonómicas…) ofrecen a
esas realidades cambiantes, con qué resultados, qué opinan sobre ellas los diferentes a
gentes, cuáles son las líneas de a
ctuación que hay que reforzar o que exigen mejoras… Se centra, pues –como queda reflejado en su propio título–, en la respuesta institucional, en el papel de las instituciones vascas respecto a
esos consumos.
Los principales problemas detectados y a
lgunos datos significativos
En una primera a
proximación global, podríamos señalar que el cuadro que nuestro informe ofrece puede parecer, a
primera vista, contradictorio: por un lado, existe una gran implicación de las instituciones (entes locales, centros escolares…), que llevan a
cabo numerosos programas e iniciativas dirigidas a
la población a
dolescente con el objetivo de reducir sus consumos de drogas o, a
l menos, los riesgos as
ociados a
ellos; y, sin embargo, los consumos y las prácticas de riesgo se mantienen a
ño tras a
ño e, incluso, a
veces a
umentan en determinadas edades o respecto a
determinadas sustancias.
Así, por ejemplo, durante cada uno de los últimos cursos, las a
ctividades de prevención llevadas a
cabo en nuestros centros escolares a
lcanzaron a
más de 100.000 a
lumnos y a
lumnas de todos los niveles. De hecho, el 74% de los estudiantes de 2º ciclo de la ESO, o el 83% de los de Bachillerato dicen haber recibido información sobre drogas en su propio centro educativo.
Los datos sobre consumos, sin embargo, son tercos: entre los y las escolares de la CAPV, un 28% fuma (o tal vez deberíamos escribir "fumaba", ya que estos datos varían rápidamente). El 40,5% de la juventud ha probado a
lcohol 40 o más veces a
lo largo de su vida. Un 24,8% ha seguido haciéndolo con la misma frecuencia durante el último a
ño y un 3,4% consume a
diario, ya que ha ingerido a
lcohol 40 o más veces a
lo largo del último mes. El 44,5% ha probado el hachís a
lo largo de su vida, el 35,5% a
lo largo del último a
ño y el 26% en el último mes. De entre las personas habituadas (es decir, quienes han seguido consumiendo en el último mes), un 8,2% podría ser considerada consumidora de riesgo de cannabis. La droga ilegal que ocupa el segundo lugar en la experimentación es la cocaína, seguida de las a
nfetaminas, etc.
Evidentemente, los datos van variando con el tiempo, pero todos nos muestran que la relación entre drogas y a
dolescencia está muy extendida en nuestra sociedad. Hay que recordar, sin embargo, que a
unque es cierto que la mayoría de la población escolar experimenta en a
lgún momento con a
lguna o a
lgunas drogas (especialmente con el tabaco, el a
lcohol o el cannabis), resulta igualmente cierto que no continúa consumiéndolas de forma periódica a
lo largo del tiempo. Es importante, por tanto, que diferenciemos entre consumos esporádicos, consumos habituales, consumos de grave riesgo, dependencia… A
fortunadamente, una buena parte de la población a
dolescente o no consume o practica un consumo esporádico, as
ociado muchas veces a
su propio proceso evolutivo, a
modo de experimentación o como una forma de integración en el grupo de iguales. Esto no significa que sea o que vaya a
ser en el futuro, necesariamente, una persona drogodependiente.
– Respecto a
los DATOS sobre consumos, sólo a
lgunos que nos parecen más significativos, entresacados del cap. 3 del informe.
Son datos tomados del estudio Drogas y Escuela VII, estudio que cuando se elaboró nuestro informe, a
ún no había sido publicado y que tiene la ventaja de ofrecernos datos comparativos sobre la evolución experimentada a
lo largo de varios a
ños.
Así, por ejemplo, respecto a
l tabaco, segunda sustancia legal que se elige en la a
dolescencia para iniciarse en el consumo de drogas, como puede observarse en el gráfico siguiente, el porcentaje de escolares fumadores en 2006 era de un 28%, un 8,9% menos que en 1996.
Gráfico tomado del Informe Drogas y Escuela VII, 2008.
Sin embargo, el inicio en el consumo de tabaco era más precoz en 2006 que 10 a
ños a
ntes. En 2006 la edad más frecuente de experimentación con esta sustancia es la de 13 a
ños, mientras que en 1996 la edad de experimentación más frecuente se situaba en torno a
los 14 a
ños. Y teniendo en cuenta el sexo del a
lumnado fumador, se comprueba que tanto los hombres como las mujeres mantienen un mismo nivel de consumo, a
lgo que confirma la incorporación femenina a
l hábito, lo que ya se a
puntaba en las tendencias de los últimos a
ños.
Tabla tomada del Informe Drogas y Escuela VII, 2008.
Respecto a
l a
lcohol, en el informe se diferencian con claridad los consumos esporádicos a
lo largo de la vida (es decir los consumos de prueba o experienciales) de otros consumos más regulares. Por ejemplo, los consumos durante el último mes, que son los datos que a
parecen a
continuación:
Datos tomados del Informe Drogas y Escuela VII, 2010.
Los datos permiten múltiples lecturas: según la edad, según el sexo, según las frecuencias de consumo que se consideren más problemáticas… A
fortunadamente, el porcentaje de jóvenes que encontramos en las mayores frecuencias de consumo (40 ó más ocasiones) se reduce de forma notable. Es decir, muchos y muchas a
dolescentes o jóvenes (hasta un 40,5% del total) experimentan con el a
lcohol "alguna vez en la vida", pero los porcentajes disminuyen cuando se trata de un consumo más regular o habitual: "último a
ño" (24,8%); "último mes" (3,4%).
Se trata, de todos modos, de datos sobre la frecuencia del consumo, pero que no dicen qué cantidad de a
lcohol se consume cada vez. En este sentido, a
lgunos datos preocupantes a
puntan a
un a
umento en la cantidad del a
lcohol ingerido, lo que supone un incremento de la categoría denominada "bebedores de riesgo". El consumo moderado de a
lcohol es el que parece permanecer más estable: a
lrededor de una tercera parte de la población a
dolescente mantiene un uso del a
lcohol "moderado".
Un dato positivo es que ha a
umentado a
lgo la proporción de chicos y chicas a
bstemios. En el a
ño 1996 la proporción del colectivo que había probado el a
lcohol era del 79,4%; en la a
ctualidad (o mejor, en el 2006) era del 74,3%. As
í pues, en los diez a
ños considerados, la proporción de a
lumnado a
dolescente que se a
cerca a
l consumo de a
lcohol ha disminuido ligeramente.
También es importante señalar que el consumo de a
lcohol por parte de chicos y de chicas ha ido a
cercándose estos últimos a
ños de tal forma que a
mbos sexos consumen de forma cada vez más parecida. Dicho de otro modo: las chicas se han ido a
cercando a
l patrón masculino.
El modo de beber en la calle de manera grupal, el "botellón", es una forma que permite a
cceder a
l a
lcohol de modo más barato y con menor control a
dulto sobre los menores de edad. Pero no es ésta su única explicación; también tiene una funcionalidad festiva y socializadora. De todos modos, conviene señalar que, a
pesar de la gran repercusión social del botellón, su incidencia no se ha elevado sustancialmente entre la población juvenil en los últimos cuatro a
ños a
nalizados: en el a
ño 2002 el 47% lo había hecho a
lguna vez; en 2006, el 51,7%. Pero es cierto que había a
umentado su práctica, convirtiéndose en una a
ctividad más frecuente durante los fines de semana que cuatro a
ños a
ntes.
Buena parte de los datos sobre consumos de a
lcohol de a
dolescentes resultan, pues, preocupantes, por su incidencia y sus consecuencias en la salud de unas personas en proceso de maduración.
Y respecto a
las drogas ilegales, los datos de consumo y su evolución en el período 1996-2006 son los que a
parecen en el siguiente gráfico:
Gráfico tomado del Informe Drogas y Escuela VII, 2008.
La lectura positiva de estos datos nos llevaría a
fijarnos en los porcentajes de a
dolescentes-jóvenes que no han probado nunca estas drogas (a pesar de estar a
su a
lcance, por mucho que sean ilegales): a
lgo más de la mitad de los a
dolescentes en el caso del cannabis, y más de nueve de cada diez en el caso de las otras drogas.
La lectura más negativa, seguramente, nos vendría de la comparación entre los datos de 1996 y 2006: salvo en el éxtasis y en la heroína (donde los porcentajes de consumo se mantienen), en todas las demás sustancias han a
umentado, especialmente en el cannabis y la cocaína.
El caso del consumo del cannabis ha provocado un interés específico por establecer un diagnóstico para las personas que lo consumen. La Unión Europea considera que las personas que han consumido cannabis en 20 ó más ocasiones durante el último mes pueden llegar a
considerarse colectivos de riesgo proclives a
desarrollar una pauta problemática de consumo. En la población estudiada en la CAPV, un 8,2% de escolares entrarían en esa definición de colectivo de riesgo según los criterios de la UE.
Hay que reconocer que el uso de esta droga se ha normalizado en cierta medida. En a
lgunos contextos, el consumo de cannabis está llegando a
ser tan normalizado como el consumo de tabaco en otras épocas. Tal vez, incluso, haya sustituido a
l tabaco en los modos de situarse, identificarse y representarse en la a
dolescencia, de tal forma que las señas de identidad y madurez que a
ntes ofrecía una sustancia lo haga a
hora la otra.
Por otra parte, a
penas ha variado la edad de inicio de experimentación con la sustancia pero sí ha sufrido modificaciones el patrón de uso en función del sexo. A
unque todavía hoy sigue habiendo más varones consumidores y éstos consumen más cantidad de hachís, las distancias se van a
cortando progresivamente, tal y como se está comprobando en la prevalencia de consumo de otras sustancias, esta vez legales, como son el tabaco y el a
lcohol.
Tomada del Informe Drogas y Escuela VII, 2008.
– ¿Qué lectura hacen de estos datos y de otros los profesionales más directamente implicados? ¿Qué valoración hacen del camino recorrido durante todos estos a
ños? ¿En qué as
pectos consideran que hay que introducir mejoras significativas? ¿Qué líneas de a
ctuación consideran prioritarias para el futuro inmediato?
El informe citado, en su capítulo 5, recoge las opiniones de las principales instancias sociales relacionadas con la población menor de edad: instancias educativas o educadores, as
ociaciones de padres y madres de a
lumnos, profesionales sanitarios, técnicos municipales, cuerpos policiales… Y lo hace sobre muy diferentes cuestiones:
• sobre el contexto social y su incidencia en los consumos de la a
dolescencia;
• sobre las familias o el profesorado;
• sobre el papel de los medios de comunicación;
• sobre a
lgunos sectores de la población a
dolescente especialmente vulnerables;
• sobre las necesidades de formación y de a
daptación a
las nuevas tendencias de consumos;
• sobre la necesidad de una mayor coordinación…
Aquí, insistiremos solamente en dos cuestiones esenciales sobre las que existe un gran consenso a
poyado en su larga experiencia. Hay, a
l menos, en su opinión, dos grandes á
reas necesitadas de mejora con urgencia:
1) La coordinación entre todas las instancias que trabajan en este campo.
2) Un mayor desarrollo de la prevención selectiva, dirigida específicamente a
determinados sectores de la población a
dolescente en situaciones de especial riesgo o vulnerabilidad.
Buena parte de las recomendaciones del A
rarteko, como se verá más tarde, se centran, precisamente, en esas dos cuestiones o líneas de a
ctuación (Recomendaciones sobre la coordinación y el liderazgo institucional; Recomendaciones sobre las a
ctuaciones de prevención selectiva, dirigida a
determinados grupos de personas especialmente vulnerables).
La visión de los propios menores (chicos y chicas a
dolescentes)
La mayoría de los consumos a
dolescentes de drogas tienen una dimensión grupal y se producen en espacios y tiempos considerados "propios", lejos de la presencia de a
dultos. Esto hace que, con frecuencia, sean ellos mismos la fuente de información más útil para conocer sus prácticas, sus valoraciones, sus propuestas…
Nuestro informe de referencia dedica todo un a
partado (el 5.3: "Discurso de los y las menores vascas. A
nálisis de los grupos de discusión. La visión de las y los menores vascos", pp. 153 a
177 del Informe) a
recoger sus voces y opiniones. Creemos, incluso, que se trata de uno de los capítulos más interesantes y esclarecedores del informe.
Conocer de primera mano y tomar en consideración sus opiniones nos parece necesario, a
l menos, por dos razones: 1) porque tienen derecho a
ser oídos; y 2) porque teniendo en cuenta sus opiniones y logrando su participación, seguramente, las políticas de prevención de drogas serán más a
certadas y exitosas.
Recordemos a
quí a
lgunas de sus opiniones que pueden a
yudar a
cuestionarnos determinadas formas de a
ctuación. Por ejemplo:
– El concepto que tienen de la prevención de las drogodependencias es el de recibir información, y, de hecho, reciben información, especialmente mediante charlas escolares en las horas de tutoría. Pero desean obtener información de forma más a
ctiva, no sólo como oyentes, pudiendo dialogar y plantear a
l personal profesional a
quellas dudas que les surgen. También tienen miedos a
manifestarlas en público, por lo que es muy conveniente crear un a
mbiente de confianza e incluso de confidencialidad.
– La forma de consumo peor vista es el consumo de heroína por vía parenteral, pero su concepto de quién es una persona toxicómana o a
dicta no se reduce a
ello. Se a
mplía a
a
quellas personas que consumen sólo en fines de semana o para poder seguir el ritmo de vida cotidiano.
– La principal motivación para el consumo es la de prolongar as
í el tiempo o las posibilidades de ocio y disfrute.
– Son muy conscientes de la a
ccesibilidad a
cualquier tipo de droga, de que no existen dificultades para conseguir cualquier sustancia que se desee consumir.
– Respecto a
la edad, consideran que la experimentación con el a
lcohol es cada vez más temprana. Esta conciencia sobre la precocidad en el uso a
busivo del a
lcohol y sus consecuencias a
umenta con la edad. Con frecuencia, los testimonios de los chicos o chicas de 16-17 a
ños son muy críticos y casi se escandalizan de los consumos que ven en otros menores de 13-14 a
ños.
– Tienen una imagen más negativa de la mujer que consume que del hombre que consume.
– En cuanto a
la "clasificación de las drogas", y a
pesar de la información, siguen manteniéndose ciertos mitos respecto a
los riesgos as
ociados a
l consumo de determinadas sustancias y una cierta confusión o as
ociación entre drogas legales-drogas blandas, por una parte, y drogas ilegales-drogas duras, por otra. Esto hace que exista una menor percepción del riesgo –de forma errónea– en a
quellas sustancias que tienen la consideración de legales.
– Defienden mayoritariamente la legalización del cannabis. De hecho, resaltan la contradicción que existe entre la normalidad de su consumo y su situación jurídica de ilegalidad.
– También son muy críticos respecto a
l cumplimiento real de la ley a
ntitabaco. Respecto a
la venta de tabaco a
menores, como dice uno de ellos, no fumador: "No está tan regulado como dicen, fuman lo que quieren, compran la marca que quieren y lo hacen donde quieren".
– Tienen sus propios códigos respecto a
qué consumos son tolerados y cuáles no lo son en el grupo. Códigos que, evidentemente, varían de un grupo a
otro.
– Siguen considerando a
la familia como el principal referente. En sentido contrario, tienen una visión a
bsolutamente negativa de las intervenciones policiales.
– Detectan una gran contradicción entre el discurso a
dulto, que defiende la a
bstinencia de drogas en la juventud, y la conducta que los propios a
dultos y a
dultas mantienen…
Estas y otras muchas opiniones y valoraciones recogidas en los grupos de trabajo con a
dolescentes deben servirnos como elementos de reflexión y revisión de las políticas que se llevan a
cabo y sus consecuencias.
Otro texto, a
l que a
quí sólo haremos referencia pero que nos sirve también para conocer mejor las valoraciones y propuestas de las personas a
dolescentes, es el Documento a
probado por un grupo de representantes de diferentes centros educativos en el Pleno del Parlamento-Txiki de 23 de a
bril de 2007.
La visión de las quejas
Como ya hemos dicho, el informe extraordinario del A
rarteko sobre drogas y a
dolescencia es todavía muy reciente, pero las quejas y preocupaciones de familias y profesionales vienen de lejos.
De hecho, las preocupaciones, quejas y consultas más frecuentes que llegan hasta nuestra institución suelen provenir de los profesionales que trabajan con sectores de a
dolescentes en situación de especial vulnerabilidad:
– con menores a
cogidos en el sistema de protección;
– con a
dolescentes que cumplen medidas de justicia;
– con menores extranjeros no a
compañados;
– con familias que se sienten incapaces de controlar las a
ctuaciones de sus hijos…
En muchos de estos casos, los consumos problemáticos de drogas son un factor a
ñadido (a veces como causa o como consecuencia) a
la propia situación de vulnerabilidad.
También son relativamente frecuentes las quejas de la ciudadanía sobre la permisividad a
nte determinados consumos o prácticas en locales o lugares públicos.
Con frecuencia, en las quejas o a
portaciones de profesionales y as
ociaciones que llevan muchos a
ños trabajando en el sector se pueden a
preciar varias dimensiones:
– La preocupación por la eficacia mayor o menor de las intervenciones o programas en curso.
– La preocupación por la evolución de los consumos o, en concreto, a
nte determinados consumos de sustancias de las que no se sabe muy bien todavía cuáles serán sus consecuencias.
– La preocupación por las condiciones en que a
veces cada servicio o programa tiene que llevar a
cabo sus a
ctuaciones…
La existencia o no de determinados recursos para poder ofrecer una respuesta a
decuada a
ciertas situaciones, la falta de coordinación entre recursos y programas, o la falta de evaluación suelen ser motivos reiterados de crítica.
Las propuestas de mejora o recomendaciones
En este caso, las recomendaciones del A
rarteko efectuadas en el informe han sido 21:
– cinco sobre la coordinación y el liderazgo institucional;
– seis sobre las a
ctuaciones de prevención selectiva;
– tres dirigidas a
l á
mbito escolar;
– otras tres dirigidas a
l á
mbito familiar;
– dos dirigidas a
l á
mbito del tiempo libre;
– y otras dos sobre la percepción social y la participación de la a
dolescencia.
– El primer bloque de recomendaciones, sobre la coordinación y liderazgo institucional, parte de la constatación de que son muchas y muy diversas las a
ctuaciones que se llevan a
cabo en la prevención y reducción de riesgos del consumo de drogas en la a
dolescencia y juventud (fruto, a
demás, de múltiples iniciativas tanto institucionales como de otros a
gentes sociales) pero se echa en falta una mejor coordinación entre los diferentes a
gentes que intervienen con la población menor de edad, y, sobre todo, una mayor coordinación interinstitucional. Y no sólo coordinación en las intervenciones directas, sino también en lo que respecta a
los planes y programas, a
los objetivos y prioridades, a
los mensajes a
difundir…
En este sentido, se a
precia una demanda de un mayor liderazgo institucional, la necesidad de a
lguna instancia con a
utoridad y capacidad suficiente para impulsar una intervención integral o, a
l menos, establecer con mayor claridad las directrices de trabajo, corregir prácticas o mensajes inadecuados, y poder evaluar los logros que se vayan a
lcanzando. De a
cuerdo con ello, el A
rarteko efectúa cinco recomendaciones:
• Plantear la mejora de la coordinación, tanto interna como intersectorial e interinstitucional, como un objetivo prioritario en los próximos planes de drogodependencias (para no duplicar servicios e intervenciones, y optimizar los recursos personales, económicos y materiales).
• Revisar, en lo que sea necesario, la composición y dinámica del Consejo As
esor de Drogodependencias (para que sirva con mayor eficacia como órgano de coordinación y foro de debate social de todas las instancias representativas).
• Promover y favorecer la mejor formación y cualificación de los recursos ya existentes.
• Incluir la evaluación en el diseño de los programas, de tal forma que la evaluación sistemática, tanto del proceso como del impacto, sea una práctica obligada para comprobar la utilidad y eficacia de los proyectos y programas.
• Establecer un protocolo común y específico de intervención policial para los casos en los que se hallen implicadas personas menores de edad.
– El segundo bloque de recomendaciones, sobre las a
ctuaciones de prevención selectiva, pretende dar respuesta a
una situación en la que, a
unque la mayor parte de las intervenciones llevadas a
cabo, como es natural, se han dirigido a
l conjunto de la población, el reto fundamental se considera que está en el desarrollo de la prevención dirigida específicamente a
determinados grupos de personas especialmente vulnerables por diversos factores. Por ello, proponemos:
• Desarrollar programas de prevención selectiva dirigidos a
superar en la población vulnerable la concurrencia de déficits de carácter psicosocial y socioeducativo (presentismo, impulsividad, bajo a
utocontrol, bajo a
uto-concepto, baja motivación…).
• Desarrollar los programas dirigidos específicamente a
la población a
dolescente con consumos problemáticas y problemas con la justicia (derivados muchas veces de dichos consumos).
• Desarrollar los programas dirigidos a
la población menor de edad con problemas de salud mental.
• Desarrollar los programas dirigidos a
sectores especialmente vulnerables, como los menores extranjeros no a
compañados (para evitar o responder mejor a
consumos poco extendidos entre nosotros –como los consumos de disolventes o inhalantes– pero de graves consecuencias).
• Desarrollar programas integrales en zonas en las que se da una a
lta concentración de problemas y dificultades socio-económicas y culturales, que dificultan la incorporación de los/las menores a
una vida social plena de derechos, situándolos en grave riesgo de exclusión (por uso habitual de drogas, comisión de delitos…).
• A
poyar a
los recursos de a
tención específicos de prevención indicada dirigidos a
menores a
dolescentes y jóvenes, con consumos problemáticos y/o con problemas de comportamiento, para los cuales los programas de prevención selectiva no resulten satisfactorios. Crear nuevos recursos de este tipo en el caso de que los existentes se muestren insuficientes.
– Hay tres recomendaciones dirigidas específicamente a
l á
mbito escolar, á
mbito que, según todos los datos del propio informe, ha sido uno de los más trabajados en la prevención del consumo de drogas, mediante iniciativas, programas y materiales muy diversos.
También en este caso se plantea la necesidad de reforzar las a
ctuaciones de prevención dirigidas a
los colectivos más vulnerables, sin descuidar por ello las que se dirigen indistintamente a
l conjunto de la población escolar. En este sentido, el informe a
punta la necesidad de una serie de mejoras que concreta en las siguientes recomendaciones:
• Lograr un compromiso interinstitucional (entre Educación, Sanidad y A
cción Social) para una estrategia conjunta de refuerzo de factores de protección, que promueva iniciativas como: proporcionar a
los centros los criterios, orientaciones e instrumentos pedagógicos que se consideren útiles para superar los factores de riesgo; promover la formación y motivación del profesorado para lograr una mayor y más efectiva implicación; proporcionar a
los centros un mayor a
poyo y as
esoramiento de profesionales externos…
• Dedicar una especial a
tención a
a
quellos centros donde se concentran sectores de población especialmente vulnerables, o donde se producen mayores tasas de fracaso o a
bandono escolar.
• Valorar y potenciar las experiencias de programas de prevención selectiva escolar que se llevan a
cabo en los CIP (actuales PCPI) o se puedan llevar en otros centros de parecidas características.
– También efectuamos otras tres recomendaciones dirigidas a
l á
mbito familiar. El informe, respecto a
este á
mbito ofrece una realidad que parece contradictoria. Por una parte, no hay ninguna duda de que se trata de un contexto clave, un á
mbito a
l que se debe a
poyar, formar, as
esorar, orientar… para que pueda superar los factores de riesgo relacionados con los consumos de drogas, o, en su caso, gestionar mejor los comportamientos conflictivos que puedan ir as
ociados a
ellos.
En muchos casos, la propia familia –sea del tipo que sea– se siente desamparada o sin los recursos o las destrezas necesarias para a
frontar esa tarea, que delega en otros a
gentes. Sin embargo, con frecuencia, cuando se ofrecen desde los centros educativos o desde las as
ociaciones a
ctividades dirigidas a
ellas, la participación es escasa o, tal vez, de las familias que menos lo necesitan. En todo caso, a
pesar de todas las limitaciones observadas, existe un consenso total en la necesidad de seguir a
poyando a
las familias. Un a
poyo que se puede concretar en las siguientes recomendaciones:
• Promover la formación, participación y compromiso de las familias mediante iniciativas como las escuelas de padres u otras similares ya desarrolladas durante a
ños en muchos centros educativos.
• A
poyar a
las familias más necesitadas o con mayores problemas, incluso con programas o fórmulas de mediación, buscando para ello la necesaria coordinación entre todos los servicios implicados (escuela, servicios sociales, educadores sociales…).
• A
poyar a
los recursos de a
tención específicos dirigidos las familias de a
dolescentes y jóvenes, con consumos problemáticos y/o con problemas de comportamiento, para los cuales los programas de prevención selectiva no resulten satisfactorios. Crear nuevos recursos de este tipo en el caso de que los existentes se muestren insuficientes.
– El informe efectúa dos recomendaciones dirigidas a
l á
mbito del tiempo libre, seguramente el á
mbito de intervención menos conocido para el conjunto de la población. Sin embargo, es a
hí donde, normalmente, los/las a
dolescentes consiguen la droga y es a
hí también donde, habitualmente, la consumen: en los espacios y tiempos de ocio. De a
hí la importancia del trabajo y educación de calle, forma privilegiada para poder conocer e incidir directamente en determinadas realidades. En este sentido, planteamos:
• Reconocer y a
poyar el trabajo de educación en medio a
bierto y de a
nimación sociocultural que diferentes profesionales están llevando a
cabo, muchas veces con pocos recursos y con sectores especialmente problemáticos.
• Desarrollar los programas de prevención selectiva en los espacios de ocio frecuentados por a
dolescentes y jóvenes.
– Por fin, hacemos otras dos recomendaciones, sobre la percepción social y la participación de la a
dolescencia, con las que se busca, por una parte, evitar las incoherencias en el discurso social y, por otra parte, dar cabida en él a
l discurso o la voz propia de la a
dolescencia. Para ello, proponemos:
• Cuidar la información y evitar la incoherencia en los mensajes que llegan a
los y las a
dolescentes, especialmente a
través de la publicidad y de la información que se transmite en los medios de comunicación.
• Favorecer la participación a
ctiva de los y las a
dolescentes en los programas e iniciativas dirigidas a
ellos-ellas. Potenciar su papel a
ctivo como a
gentes de prevención.
Las posibilidades de seguimiento futuro
Hasta a
hora, las políticas de prevención se han ido concretando en nuestra Comunidad en sucesivos planes plurianuales. Seguramente, dentro de unos meses, se presentará un nuevo Plan de Drogodependencia (que será ya el VI) y ello debe permitirnos comprobar hasta qué punto se han tenido en cuenta las a
nteriores recomendaciones y facilitar el seguimiento sobre su grado de cumplimiento.
Por otra parte, esperamos y deseamos que el Observatorio de Drogodependencias continúe efectuando investigaciones periódicas que nos permitan conocer la evolución de los fenómenos, as
í como el éxito o fracaso de las iniciativas en marcha.