SITUACIÓN DE LOS MERCADOS FINANCIEROS Y BANCARIOS Y SU INCIDENCIA EN LA ECONOMÍA FAMILIAR Y SOCIAL – M.ª Carmen Gallastegui Zulaica – Catedrática de Teoría Económica de la Universidad del País Vasco
Esta ponencia aborda la importancia que los mercados financieros y bancarios tienen sobre las economías familiares y la economía social. Para ello se trata de ilustrar cómo la forma en que toman sus decisiones las familias, las empresas y el sector público exigen disponer de un sistema financiero que permita tener éxito en los objetivos de crecimiento y logro del bienestar social. La ponencia aborda también la importancia de la regulación de este sector, el financiero, así como las enseñanzas que se han derivado de esta crisis, también denominada Gran Recesión que todavía sin concluir ha exigido, entre otras políticas, el diseño de una nueva regulación para el sector financiero y bancario.
En la sección I de Introducción se esbozan las ideas más importantes que permiten entender la relevancia del sector financiero para el progreso del sector real. En la sección II se aborda el tema de la regulación del sector, los fundamentos de la misma y su importancia. La sección III hace un breve repaso a la regulación existente; De Basilea I a Basilea III. La sección IV aborda los efectos cuantitativos de la crisis financiera sobre el crédito y el empleo. La sección V concluye con un repaso a la situación actual y al proceso seguido hasta llegar al momento presente.
I. INTRODUCCIÓN
Los agentes económicos, familias, empresas, gobierno, que actúan en la actividad económica real han de tomar decisiones sobre cuánto producir, cuánto consumir y por tanto sobre cuanto intercambiar, ahorrar, trabajar, etc.
En los procesos de intercambio y de producción las decisiones de los agentes (consumidores, empresarios) se suelen ajustar a una estructura temporal determinada que no tiene por qué coincidir con la disponibilidad de recursos. El ejemplo más evidente es el de un agente económico, supongamos una familia, que quiere prestar sus ahorros a un plazo corto y que no puede ponerse de acuerdo con un empresario que necesita esos fondos a un plazo más largo para poder producir, contratar o invertir.
Esta necesidad de intercambiar recursos en el tiempo y la necesidad de hacer coincidir los plazos que los agentes, ahorradores y prestatarios, precisan para sus planes es lo que da lugar a la aparición de las operaciones financieras.
El deseo de intercambio y de producción de bienes explica, por tanto, la existencia de activos financieros y es la necesidad de estos activos la que establece un vínculo entre la economía real y la economía financiera. En palabras de Trujillo, Cuervo y Arango (1995) “El precio y la disponibilidad de medios financieros condiciona las decisiones individuales y colectivas tanto de producción como de consumo”.
Lo que hacemos los consumidores con nuestro flujo de ingresos (rentas obtenidas del trabajo o del capital) tiene una estructura temporal que ha de compatibilizarse con el flujo de nuestros gastos. Ahorramos hoy para poder consumir mañana e, inversamente, pedimos crédito para consumir hoy con cargo a los ingresos de mañana. Los activos financieros son los que permiten este tipo de conductas trasladando capacidad de compra del presente al futuro y viceversa.
Las empresas tienen un comportamiento similar. En el proceso de producción también han de compatibilizar su flujo de ingresos y gastos; Cuando la empresa produce se le generan desfases temporales que le obligan a endeudarse y a pedir créditos temporalmente. Cuando la empresa decide invertir ocurre algo similar. La inversión tiene que ser financiada para lo que a menudo necesita obtener recursos hoy, que se transforman en capital productivo que, a su vez, generará un flujo de ingresos futuros.
El tercer agente económico de una economía mixta, el gobierno, lo hemos aprendido bien durante estos años de recesión, genera déficits y superávit bien como consecuencia de desequilibrios presupuestarios o bien como consecuencia de desfases temporales entre sus ingresos y sus gastos. En este último caso los déficits o superávits serán transitorios. En cualquier caso también precisa de activos financieros.
En este contexto la actividad financiera afecta a la actividad real y lo hace a través de los precios de los activos y la disponibilidad de estos.
Los préstamos y créditos pueden ser caros, baratos, abundantes, escasos y la política financiera que regula la forma en que han de funcionar estos mercados lo que hace, de forma indirecta, es redistribuir recursos reales entre agentes económicos.
Huelga decir que la actividad financiera en general, que abarca tanto a activos como a los intermediarios, a mercados y a la intervención pública (regulación) condiciona, de manera vital, la actividad real pero no puede, en ningún caso, suplantarla.
Lo que hemos vivido durante estos años de recesión (2008-2013) deja bien claro que la crisis, que comenzó siendo financiera y se transformó en real con graves impactos en el empleo, en la producción y en el bienestar ciudadano está exigiendo un “saneamiento” de las finanzas privadas y públicas para poder reactivar la producción y el empleo.
La actual crisis económica comenzó a manifestarse con fuerza a mediados de 2007 y produjo una rapidísima reacción que llevó a una situación de emergencia global. Aunque su origen fue financiero y, en principio, localizado en EE. UU., la sacudida que produjo se transmitió rápidamente en dos direcciones: geográficamente, a muchos países y, en el terreno económico, del ám
bito financiero al de la economía real.
Existe un gran consenso en torno a la creencia de que la actual crisis está directamente relacionada con “la tendencia, predominante hasta un pasado reciente, de confiar en el funcionamiento del mercado financiero y en su capacidad de autorregulación.” Esta tendencia, condujo a la desregulación, privatización y liberalización de los mercados financieros.
El resultado final de la autorregulación del mercado ha sido la producción de “basura” y de “burbujas” que han acabado por contaminar y reventar todo el sistema.
Curiosamente, para salir de la crisis los Gobiernos han tenido que rescatar a los mercados e instituciones financieras de su auto-debacle, mediante una ingente inyección de dinero público. De la noche a la mañana, hemos pasado de actuaciones basadas en “cuanto menos Gobierno, mejor” a otras completamente distintas. Que exigen que los Gobiernos deban actuar de forma urgente para evitar un desastre.
Es obvio que se precisa refundar el sistema financiero internacional sobre nuevas bases.
Otro fenómeno inquietante, sobre el que conviene reflexionar, ha sido la importancia creciente del sector financiero en el conjunto de la economía. En los últimos veinticinco años el sector financiero ha crecido en tamaño, en número y tipo de operaciones, y también en beneficios. Aun siendo cierto que el sistema financiero juega un papel clave e insustituible, su crecimiento exagerado no ha guardado relación con el conjunto de la economía. Se ha producido una creciente separación entre industria financiera y economía real que ha de ser examinada y evaluada a la luz de la crisis.
La innovación financiera ha avanzado notablemente, colaborando así a la mejora de la economía; sin embargo, hay que distinguir con claridad este factor positivo de los perniciosos efectos causados por ciertas prácticas de “ingeniería financiera” sin las que probablemente la crisis, de producirse, habría sido mucho menos virulenta.
Las consecuencias ya las conocemos. Hemos experimentado el colapso financiero que ha propiciado un parón en los sectores inmobiliario e industrial, seguimos, al menos en el caso vasco y español con una sequía de inversiones en bienes y equipos, un rápido incremento del desempleo, fuerte contracción del consumo, brusca caída de los ingresos fiscales, déficits presupuestarios inasumibles. A la postre estos años de crisis han significado el desastre para muchas personas y familias que han perdido su trabajo y sus ingresos, y ven con angustia la disminución e incluso desaparición de las ayudas sociales.
En esta crisis nos ha fallado la regulación en el sector financiero, nos han fallado las instituciones que nos han estado a la altura de los retos e incluso. Para muchos, nos ha fallado también nuestro sistema de valores.
Desde un punto de vista académico hay que reconocer que una teoría económica, excesivamente permisiva con los mecanismos propios del mercado, ha favorecido un relajamiento de las más elementales normas técnicas que guían la asunción y evaluación de riesgos; pero, a su vez, esa relajación no ha sido exclusivamente técnica, sino también propiciada por una serie de comportamientos que manifiestan fallos morales.
De todo lo anterior se desprende que la no regulación del sector financiero es algo a tener muy en cuenta. Me detendré en las razones que explican esta importancia.
II. LA IMPORTANCIA DE LA REGULACIÓN
En teoría económica se acepta que, en condiciones en las que los agentes económicos no disponen de información perfecta, existen efectos externos, nos encontramos en presencia de bienes de naturaleza pública y no existe competencia perfecta en los mercados, puede esperarse que el resultado del funcionamiento de los mercados no sea eficiente. Por el contrario se obtendrá un resultado en el que la producción, el empleo, la actividad económica y el bienestar social será inferior al que podría obtenerse si los mercados funcionaran en las condiciones idóneas.
Este es un conocimiento comúnmente aceptado por los economistas, aunque en muchas ocasiones reales parece que no sabemos discernir cuándo mercados están funcionando en condiciones que son o no son perfectas.
Los mercados financieros tienen una característica específica que hace que en los mismos la regulación sea, si cabe, más importante que en otros mercados. Esta característica no es otra que el tipo de transacciones que se realizan en los mismos y que básicamente consisten en el intercambio de flujo de dinero presente contra flujos de dinero futuros. Este tipo de transacciones, que involucran a muchos agentes, implican que la quiebra de una entidad financiera puede afectar a todos los inversores y que el funcionamiento correcto del sistema financiero exija que el riesgo de quiebra y el riesgo de fraude sean prácticamente nulos.
Además las transacciones financieras, es decir los contratos entre una entidad financiera y un inversor, pueden adoptar formas variadas. Por ejemplo, pueden prometer al inversor una rentabilidad fija, piénsese en las cuentas corrientes cuya rentabilidad no depende de la evolución de los mercados financieros, o pueden remunerar al inversor en función del rendimiento de una serie de activos (los fondos de inversión por ejemplo). Por eso las entidades financieras se distinguen dependiendo de si los contratos que proponen son o no bancarios porque el riesgo de unos y otros varía.
He mencionado tres razones básicas por las cuales se justifica la necesidad de regular los mercados.
No voy a entrar a discutirlas en profundidad pero sí quiero dedicar unos párrafos a desarrollar los aspectos que son fundamentales en la determinación de la posible eficiencia o no de los mercados financieros que tanta influencia tienen en la economía real.
Consideremos la asimetría informacional que cubre dos tipos de situaciones:
i) la situación en la que existe selección adversa; y
ii) la situación en la que se produce riesgo moral.
Ambas posibilidades afectan a la forma en que se comportan los agentes económicos en mercados competitivos.
Cuando existe selección adversa lo que ocurre es que un agente que no está informado se halla frente a agentes bien informados. El ejemplo típico para explicar este tipo de situaciones es el que propuso George A. Akerloff (1970) en su artículo sobre el mercado de coches de segunda mano.
La situación de riesgo moral es la que se produce cuando un agente puede ser capaz de influir sobre una variable que determina las ganancias que otro agente obtiene y que constituye una variable que este último agente no puede observar. Por ejemplo, si el nivel de esfuerzo realizado por alguien cuando está trabajando por cuenta de otro no es observable, nos enfrentamos a un problema de riesgo moral.
El problema con los mercados financieros es que además de sufrir de asimetrías informacionales como las que acabo de apuntar, sufren también de una falta de competencia en los mercados (las instituciones financieras suelen tener cierto poder de mercado) y para más inri existen efectos externos; si una institución financiera quiebra normalmente aumenta la probabilidad de quiebra de las otras. La regulación, por tanto, es imprescindible.
Pero regular es, a la postre, establecer un límite a la capacidad de acción de una empresa, una institución financiera o un agente individual. Es imprescindible hacerlo bien y hay que tener en mente que las posibilidades de la regulación y los instrumentos a utilizar son muchos y variados.
Se puede, por ejemplo, regular comportamientos, es decir actividades de las empresas en su acepción más am
plia. Se puede regular estructuras y determinar cómo se va a organizar el mercado: niveles de capital mínimo, barreras de entrada, separación entre bancos comerciales y bancos de negocios, etc. Se puede utilizar unos instrumentos y otros. Las diferencias entre una y otra forma de regulación son en ocasiones cruciales.
Las innovaciones tecnológicas, institucionales y de instrumentos financieros que revolucionaron los am
bientes bancarios en los 80 y 90 del pasado siglo, junto con los procesos de internacionalización de los mercados e integración de las economías conllevaron cambios profundos en la regulación del sector bancario en la mayoría de los países desarrollados.
Algunos de los cambios: eliminación de las barreras de entrada y de expansión geográfica, el abandono de los controles de los tipos de interés, la ruptura de las especializaciones forzosas en el negocio bancario, etc. se caracterizaron por tener un sesgo “desregulador”.
Pero también hubo otros cambios: los nuevos requerimientos de recursos propios, la nueva normativa en materia de supervisión y vigilancia de las entidades de crédito…, cambios que introdujeron nuevas restricciones y un mayor grado de disciplina y de control.
Globalmente la dinámica de la regulación bancaria se desarrolló, simultáneamente, en dos vertientes, una dedesregulación y otra de re-regulación.
En aquellos años se hablaba de tres tipos básicos de regulación. La regulación legal, la moral y la auto-regulación. En los noventa se mantenía que eran dos los objetivos que habían de guiar la política de regulación legal y moral de las autoridades de los países desarrollados.
i) El fomento de la competencia y de la liberalización (desregulación en áreas como la especialización, precios, conglomeración, entrada a la industria y expansión geográfica) para dotar al sector bancario de flexibilidad ante las innovaciones e integración financiera a fin de lograr mayores niveles de eficiencia.
ii) La introducción de nuevas formas de política prudencial y de control (re-regulación en áreas como operativa y prudencia bancaria, régimen de propiedad, y contabilidad, auditoría e información) para asegurar la estabilidad financiera minimizando la probabilidad de quiebras generalizadas.
En resumen, se perseguía que, en las nuevas circunstancias, el sector bancario alcanzase una combinación de eficiencia y de riesgo aceptable desde un punto de vista social. Esta filosofía impregnaba las Recomendaciones y Directivas que la CEE elaboró al objeto de armonizar progresivamente la regulación bancaria de los países miembros y poder facilitar la formación del mercado común bancario.
El cambio comenzó a desde mediados de los años noventa a mediados de la primera década del presente siglo. Y esto es lo que ha originado una verdadera hecatombe. ¿Por qué una falta de regulación ha podido propiciar tal estropicio?
La intervención del gobierno en el sector financiero se justifica, al final de todas las razones ya aducidas con anterioridad, por “la conveniencia de garantizar el enorme valor social que la industria bancaria aporta a la economía”.
La producción de liquidez y la transformación de riesgos, llevadas a cabo por los bancos y cajas mediante contratos de depósitos mantenidos con confianza, hacen posible el encuentro entre el ahorro y la inversión, lo que es imprescindible para el crecimiento. Sin embargo la falta de una información completa sobre la gestión de los bancos siembra en los depositantes el sentimiento de la desconfianza.
El arte de la política bancaria consiste en i) promover la confianza de los depositantes, de forma socialmente eficiente, es decir, sin despilfarros y con equidad. Se trata de ii) evitar no solo que los depositantes corran contra los bancos, sino también que los depositantes y los bancos, mediante conductas negligentes o imprudentes, lo hagan contra el gobierno y los contribuyentes y asimismo iii) que los bancos menos arriesgados sean atropellados o paguen por los más temerarios.
Como pueden imaginar el reto es muy complejo. El análisis en detalle de toda la problemática queda fuera del alcance de esta ponencia. Destacaré tres aspectos (José M.ª Pérez de Villarreal y M.ª Carmen Gallastegui):
1. En un contexto de ahorradores inciertos ante sus futuras necesidades de liquidez, las empresas, aun siendo solventes, tendrán dificultades para llevar a cabo sus planes de financiación ya que demandan recursos a unos plazos más largos que los deseados por los primeros, dada su aversión al riesgo de iliquidez.
Estos riesgos no son del todo asegurables al existir un problema de “selección adversa” que es típico de un mercado de seguros cuando no pueden discernirse con objetividad los individuos de baja o de alta calidad de riesgo. El contrato de depósitos puede permitir cubrir esta laguna. Ofertado indiscriminadamente sus características se ajustan a las necesidades de am
bas clases de ahorradores. Por su disponibilidad inmediata es un instrumento adecuado para los que tienen problemas de liquidez y por su rentabilidad es un incentivo para quienes no lo tienen para mantener su dinero en el banco. Con este nuevo instrumento los bancos pueden completar los mercados.
Pero el contrato de depósito puede llevar a otra situación no deseable, en la que los depositantes, incluso aquellos que preferirían mantener sus depósitos en el banco, acaban retirándolos por temor a una quiebra bancaria. Esto implica, de hecho, la existencia de dos equilibrios diferentes: uno bueno, basado en la confianza, y otro malo, caracterizado por una desconfianza que provoca la crisis bancaria, con pérdidas notables de bienestar.
El contrato de depósito, por tanto, no elimina el incentivo a correr contra el banco ante cualquier indicio de problemas.
Solo si el contrato de depósito se enriquece con clausulas y detalles adicionales que mantengan la confianza se podrá eliminar el “equilibrio malo”.
2. La actividad bancaria consiste, también, en transformar activos de gran riesgo en otros de menor riesgo. Supóngase que las empresas demandantes de fondos difieren en grados de solvencia. En un mundo de información asimétrica los ahorradores, aun no teniendo problemas de liquidez, se mostrarían reticentes a prestar su riqueza indiscriminadamente. Los bancos, sin embargo, aprovechando las economías de información pueden reducir estos costes de selección y vigilancia. Consecuentemente, los depositantes delegan en ellos esta función aunque sin renunciar a su vez a valorar críticamente a los propios bancos. Desde esta perspectiva, los bancos, en condiciones de información asimétrica, consiguen transformar activos arriesgados en otros de menor riesgo y, por tanto, más aceptables para los ahorradores.
Esta organización financiera sigue siendo vulnerable; los depositantes tienen incentivos a correr contra el banco ante cualquier indicio de problemas cuyo foco está ahora centrado en el colectivo de deudores seleccionados, vigilados y consolidados por el propio banco. Los arreglos necesarios debieran caracterizarse en estas circunstancias por proteger al depositante del colectivo de deudores del banco y los costes debieran recaer en estos.
3. Pero es que, además, las crisis bancarias no afectan solo a los depositantes, a los bonistas o a los accionistas de los bancos con problemas sino que también afectan a los otros bancos. Existen efectos externos interbancarios y como consecuencia las crisis bancarias afectan no solo a los que hacen uso directamente de los servicios bancarios sino a todos aquellos agentes económicos involucrados por motivos transaccionales en el mecanismo general de pagos.
Una crisis que bloquee este mecanismo generará indudablemente un coste social mayor que el valor de los depósitos pero el sector bancario, al guiarse única y exclusivamente por los costes privados, infravalorará el coste social.
Antes de terminar este apartado quiero comentar algo que José M.ª Pérez de Villarreal, escribía en el epílogo a un ensayo que escribimos juntos en 1992 y que tiene como título “Política de Intervención y de Regulación Bancaria: El caso español”.
Como algunos recordarán en el otoño de 1991 ocurrieron hechos que afectaron a la política bancaria española. Se produjeron dos hechos, el del Banco Europeo de Finanzas (BEF) y el del Banco de Crédito y Comercio Internacional (BCCI), que preocuparon seriamente y aumentaron la sensibilidad hacia las crisis bancarias.
En el epílogo del ensayo al que me he referido se dice:
“La crisis del BEF advierte que de poco sirve una regulación bien diseñada si puede eludirse mediante innovaciones financieras, desarrollo de operaciones fuera de balance y sobre todo con artificios contables”.
Hoy más que nunca urge valorar con corrección los verdaderos riesgos bancarios, contabilizarlos con fidelidad y pulcritud y auditarlos con veracidad e incluso con mayor responsabilidad. “Quizá convenga, también, dedicar mayores recursos y esfuerzos a la inspección bancaria”.
Lo que parece fuera de toda duda es la conveniencia de hacer más responsables de las crisis bancarias y de su coste de prevención a las diferentes partes directamente involucradas, desde los depositantes hasta los accionistas pasando por los directivos y los auditores, en descargo de la sociedad en su conjunto y en especial de los contribuyentes. Creo que coincidirán conmigo en que estas reflexiones y consejos de 1991 siguen siendo de plena validez. Se ha demostrado que cambiar la dinámica de los sistemas regulatorios es muy costoso.
Paso a analizar la regulación existente en el sector financiero haciendo un breve recorrido entre lo que se conoce comoBasilea I y Basilea III.
III. LA REGULACIÓN EXISTENTE. DE BASILEA I A BASILEA III
En diciembre de 1974 el Comité de Basilea compuesto por los gobernadores de los Bancos Centrales del G-10, aprobó el primero de los Acuerdos de Basilea. Un conjunto de recomendaciones alrededor de una idea principal: establecer un capital mínimo para las entidades bancarias basado en los riesgos que afrontaban.
La principal limitación de Basilea I que dio lugar a que se aprobara Basilea II en torno a 2004 era:
i) su insensibilidad a las variaciones de riesgo; y
ii) su ignorancia de una dimensión esencial, la calidad crediticia y por tanto, la diversa probabilidad de incumplimiento de los distintos prestatarios.
En Basilea I se consideraba que todos los créditos tenían la misma posibilidad de incumplimiento. Se aprendió que esta hipótesis de partida no era buena sino que constituía una gran limitación.
El nuevo conjunto de recomendaciones de Basilea II pretendía superar esta limitación y se apoyaba en los siguientes tres pilares:
Pilar I: El cálculo de los requisitos mínimos de capital.
Constituye el núcleo del acuerdo y tiene en cuenta la calidad crediticia de los prestatarios (utilizando ratings externos o internos) y añade requisitos de capital por el riesgo operacional.
Pilar II: El proceso de supervisión de la gestión de los fondos propios.
Este pilar permitía a los organismos supervisores nacionales incrementar el nivel de prudencia exigido a los bancos que están bajo su jurisdicción. Además deben validar tanto los métodos estadísticos empleados para calcular los riesgos de mercado así como la suficiencia de los niveles de fondos propios para hacer frente a una crisis económica. Los organismos reguladores nacionales podían obligar a las entidades a incrementarlos en función de los resultados.
Esto obligaba a los bancos a:
i) almacenar datos de información crediticia durante períodos de 5 a 7 años;
ii) garantizar su adecuada auditoría;
iii) superar pruebas de “stress”.
Además se exigía a la alta dirección del banco que se involucrase activamente en el control de riesgos y en la planificación futura de las necesidades de capital.
Esta autoevaluación de las necesidades de capital debe ser discutida entre la alta dirección y el supervisor bancario. El banco es libre para elegir la metodología para su autoevaluación, por lo que puede considerar otros riesgos que no se contemplan en el cálculo regulatorio: riesgos de concentración y/o diversificación, riesgo de liquidez, riesgo reputacional, riesgo de pensiones, etc.
Pilar III: La disciplina de mercado.
El acuerdo estableció normas de transparencia y exigió la publicación periódica de información acerca de su exposición a los diferentes riesgos y la suficiencia de sus fondos propios. El objetivo era:
i) la generalización de las buenas prácticas bancarias y su homogeneización internacional;
ii) la reconciliación de los puntos de vista financiero, contable y de la gestión del riesgo sobre la base de la información acumulada por las entidades;
iii) la transparencia financiera a través de la homogeneización de los informes de riesgo publicados por los bancos.
Las imperfecciones del modelo se han puesto de manifiesto con la crisis económica actual sobre todo con el sistema de control de riesgos. De ahí que se trabaje y se haya trabajado en las posibles mejoras.
Cuando se desató la tormenta sub prime en el verano del 2007 se sembró la desconfianza entre las entidades financieras de todo el mundo y se puso en evidencia el fracaso de la anterior regulación. Los esfuerzos de los reguladores por medir mejor los riesgos bancarios habían sido en balde y muy pronto se vio la necesidad de reelaborar las definiciones y exigencias en materia de recursos propios.
El conjunto de propuestas de reforma de la regulación bancaria conocida como Basilea III fue publicado a partir de diciembre de 2010.
Basilea III es una pieza clave pero no la única del programa mucho más am
plio coordinado por el Consejo de Estabilidad Financiera que pretende construir un sistema financiero más seguro y resistente a tensiones.
En cualquier caso la mejora de la regulación resulta esencial pero no es más que una pieza del puzle.
La promoción de la estabilidad financiera exige también un marco de política am
plio, en el que la política prudencial es solo uno de sus componentes. Hay que añadir las políticas macroeconómicas (monetaria o fiscal) claves para el fomento de la estabilidad financiera.
Durante el período de gran crecimiento económico en la década de los noventa y parte del comienzo del nuevo siglo que dio lugar a un crecimiento simultáneo en EE. UU. y en algunos países europeos, del que España es un ejemplo paradigmático, fueron creciendo y entrelazándose dos burbujas unidas entre sí; la burbuja financiera y la inmobiliaria. Esta crisis financiera ha originado múltiplos efectos. Me detendré en algunos análisis que se han preocupado por medir la influencia de la crisis financiera sobre dos variables relevantes que nos preocupan a todos. El paro y los créditos a las PYMES. Am
bas variables importan y mucho porque son sin duda condicionantes del retraso en la recuperación.
IV. LOS EFECTOS DE LA CRISIS FINANCIERA SOBRE EL EMPLEO Y EL CRÉDITO
IV.I. Sobre el crédito
El gráfico es muy ilustrativo de lo que ha acontecido en el período 2004-2012.Es difícil que en esta situación pueda esperarse otra cosa que no sea una gran recesión como la que estamos viviendo.
EVOLUCIÓN DEL CRÉDITO
Fuente: Banco de España.
IV.II. Sobre las Pymes
El Banco Mundial informaba este año del siguiente dato:
De 185 países analizados España ocupa la posición 44 en el índice de “facilidad para hacer negocios”.
En este índice intervienen muchas variables: trámites para la exportación, coste de crear un negocio, facilidad para obtener créditos, y desde luego, la facilidad o dificultad que encuentran las empresas en su financiación.
Este último indicador es en el que me voy a fijar; según el Banco Mundial España se encuentra en la posición 53 en la facilidad para obtener crédito lo que dota de sentido al análisis de las dificultades de financiación de pequeñas y medianas empresas.
Galindo y Mico (2011) realizan un análisis en el que observan el origen de la financiación de las empresas en función de su tamaño. Disponen de datos de 61 países para el año 2000 y concluyen:
Cuando el análisis de los datos se centra en las empresas exportadoras las diferencias entre pequeñas y grandes empresas son todavía mayores, el 18,7% para las PYMES y el 60,7% para las grandes.
Vistos los datos la pregunta que surge es inmediata. ¿Por qué existen estas diferencias?
Los autores llegan a la conclusión que la financiación bancaria crece con la transparencia y /o la protección a los acreedores.
Esto permite pensar que quizá cuando las empresas mantienen una relación estable con una institución financiera, lo que permite el mejor conocimiento y por tanto la transparencia, la facilidad para obtener crédito será mayor. Y además se puede conjeturar que este hecho será particularmente relevante en el caso de las PYMES.
He leído un estudio realizado con información de empresas italianas (Franzoni y otros 2012) que señala que lo que se observa es que las empresas que trabajan principalmente con una única institución financiera tienden a innovar más y a internacionalizar más su actividad. Es decir se enfrentan a menores dificultades de crédito.
Esta es también la conclusión obtenida por De Mitri et al (2010) que demuestran que las empresas que obtuvieron crédito de un mayor número de bancos sufrieron, por término medio, una mayor reducción del crédito bancario que aquellas que mantenían una relación de largo plazo con una única entidad financiera.
Podemos pues concluir que hay argumentos que mantienen que una relación banca empresa sólida reduce los efectos de las restricciones financieras y, por consiguiente, disminuye la probabilidad de quiebra de la empresa. En la literatura a este tipo de relación se le denomina “crédito relacional”. El crédito relacional se basa en el desarrollo de información detallada obtenida a través de un contacto repetido a lo largo de varios períodos con la empresa y en el que se hace un esfuerzo por obtener lo que se denomina información blanda (honestidad, capacidad de gestión del empresario, diligencia profesional, etc.).
De los datos aportados se deduce que no estaría de más trabajar en la dirección de proveer el máximo de información y de seguridad jurídica a las instituciones acreedoras en general. Esto constituiría un movimiento en la buena dirección que puede ayudar a reducir las diferencias entre grandes y pequeñas empresas a la hora de obtener financiación. (Llobet, Gerard (2013).
Además se pueden obtener conclusiones acerca del papel que las cajas de ahorros, una vez producida la reestructuración bancaria en España, pueden ejercer manteniendo y potenciando los valores tradicionales de la banca relacional tradicional.
IV.III. Sobre el empleo
Una de las maneras de analizar el efecto que la crisis del sector financiero está originando en las familias es a través de comprobar el efecto que esta crisis está teniendo sobre el empleo. Un trabajo de Samuel Bentolila y Marcel Jansen titulado ¿Cuánto empleo ha destruido la falta de crédito en España? intenta dar respuesta a esta importante pregunta.
Los autores empiezan por reconocer que medir el impacto que la falta de crédito para las empresas causa en el empleo es tarea difícil porque no hace falta recapacitar mucho para darse cuenta de que el empleo no solo varía por la falta o no de crédito sino por condiciones que se presentan por el lado de la demanda. Si no hay demanda para los productos de las empresas el empleo también cae sin que el crédito haya ejercido ninguna influencia. Es pues necesario aislar am
bos efectos.
Si se excluye la construcción y sectores afines que han experimentando un desplome en la demanda y si el análisis del resto de los sectores se concentra en la relación crédito-empleo el resultado es demoledor.
En el sector privado no financiero los autores estiman que entre 2006 y 2010 las empresas que trabajaban principalmente con las entidades de crédito que más han restringido el crédito, –las cajas de ahorros intervenidas– la destrucción de empleo oscila en un intervalo am
plio –entre el 18% y el 35%– del empleo.
En el Informe de Estabilidad Financiera de mayo de 2013 se ofrece información sobre las tasas de aceptación de solicitudes de crédito para empresas no financieras distintas de la construcción y promoción inmobiliaria. En el gráfico se distingue entre el tipo de entidades (Grupo I y resto). Se observa el desplome de la financiación recibida por las empresas que puede ser debido o a que los bancos no están dando crédito o a que hay una menor demanda de crédito porque las empresas tienen menos oportunidades de negocio.
La verdad es que a juzgar por la información disponible la primera hipótesis parece dominar a la segunda. Los bancos españoles que se endeudaron mucho durante la expansión de 1995-2007 (prestando tanto a empresas como a familias) experimentaron a partir de 2008 aumentos de sus tasas de mora, lo que les ha hecho experimentar grandes dificultades para refinanciarse y han tenido que hacer frente a la recapitalización necesaria.
En el período 2002-2006 se concedían alrededor de un 40-50% de los créditos solicitados. A partir de esa fecha los bancos pasaron a conceder en torno a un 30% de los créditos solicitados.
Los autores del estudio al que me estoy refiriendo destacan el comportamiento de los bancos englobados en el Grupo I (entidades resultantes de las antiguas cajas de ahorros ahora controladas por el FROB; Bankia, Catalunya Banc y NCG Banco….).
Estas cajas de ahorros que fueron intervenidas concedían hasta 2004 más crédito que el resto de entidades del sector pasando a conceder mucho menos más adelante.
Las instituciones financieras argumentan que sus créditos han disminuido porque las demandas de crédito a las que se enfrentan constituyen proyectos de inversión de mala calidad por lo que a la hora de juzgar lo que está pasando con el crédito es preciso mirar no solo a las entidades financieras sino también a las empresas.
Cuando se utiliza esta aproximación los resultados que se obtienen también llaman la atención.
Así, las empresas que dependían del crédito de las cajas de ahorro, que luego fueron intervenidas, sufren una caída del empleo mayor que empresas que no dependían tanto de esas cajas. El grafico ilustra esta conclusión.
Estos resultados dejan bien claro que la recuperación del acceso normal al crédito de las empresas es fundamental para que el empleo comience a recuperarse.
Vayamos ahora a mirar a los efectos de la falta de crédito sobre las PYMES algo sobre lo que se habla cotidianamente.
V. SITUACIÓN ACTUAL. LAS MEDIDAS REGULATORIAS MÁS RECIENTES
El RD-ley 9/2009, de 26 de junio, sobre “reestructuración bancaria y reforzamiento de los recursos propios de las entidades de crédito” constituye la primera piedra sobre la que se ha instrumentado la reforma del sector bancario en España.
En este RD se creó el FROB (Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria).La reforma se orientó hacia una “estructuración” a través de movimientos de integración antes de pasar a un reforzamiento de la solvencia, que se preveía y así ha quedado demostrado iba a necesitar de ayudas públicas.
Supuso un cierto retraso en el proceso de recapitalización de las entidades y en cualquier caso dio lugar a una nueva reforma en 2010 debido a las dificultades que debido a su naturaleza tenían algunas entidades (cajas de ahorros) para acceder al mercado de capitales.
El RD-Iey 11/2010 de “órganos de gobierno y otros aspectos del régimen jurídico de las cajas de ahorro” supuso un importante cambio normativo que intentaba proporcionar a las cajas nuevas fórmulas de configuración jurídica para poder acceder al capital en forma de acciones. Se intentaba facilitar la entrada de capital privado en las cajas de ahorros
A medida que avanzaba la reestructuración se ponía en evidencia que una parte importante del sector bancario iba a necesitar mayor ayuda que la se había previsto inicialmente para su proceso de recapitalización. Y esto es lo que explica las varias iniciativas de reforma a lo largo de 2011 y 2012:
−RD-ley 2/2011 de “reforzamiento del sistema financiero”.
−RD-ley 2/2012 de “saneamiento del sector financiero”.
−RD-ley 18/2012 sobre “saneamiento y venta de los activos inmobiliarios del sector financiero”.
En la práctica todas estas iniciativas reguladoras y de restructuración bancaria llevadas a cabo desde 2009 han supuesto grandes cambios en el sector en número de oficinas, en empleo, en número de entidades.
Santiago Carbó y Carlos Ocaña Pérez de Tudela en su artículo “Reestructuración bancaria, banca relacional y cajas de ahorros en España”, (perspectivas del Sistema Financiero, Nº106/2012,) proporcionan la siguientes tablas elaboradas con datos proporcionados por el Banco Central Europeo, la CECA y el Banco de España.
EVOLUCIÓN DE OFICINAS Y EMPLEADOS EN
LOS SECTORES BANCARIOS EUROPEOS
Oficinas | Empleados | |||||
2007 | 2011 | % var. | 2007 | 2011 | % var. | |
Alemania | 39.777 | 37.853 | -4,8 | 691.300 | 663.800 | -4 |
España | 45.500 | 40.103 | -11,9 | 275.506 | 245.956 | -10,7 |
Francia | 39.175 | 38.323 | -2,2 | 424.732 | 379.199 | -10,7 |
Italia | 33.230 | 33.561 | 1 | 340.443 | 315.979 | -7,2 |
Reino Unido | 12.425 | 11.586 | -6,8 | 505.661 | 454.087 | -10,2 |
Las conclusiones son claras:
NUEVOS INDICADORES DIMENSIONALES DE
LAS CAJAS DE AHORROS FRENTE AL PROMEDIO DEL
SECTOR BANCARIO ESPAÑOL (2012)
Diciembre de 2009 | Septiembre de 2012 | |||
Cajas de ahorros y entidades financieras adheridas |
Total sector bancario español |
Cajas de ahorros y entidades financieras adheridas |
Total sector bancario español |
|
Número de entidades | 45 | 192 | 14 | 181 |
Activos/entidad (mill. euros) | 29.440 | 16.264 | 84.967 | 18.065 |
Oficinas | 23.917 | 44.085 | 19.330 | 39.072 |
Empleados | 104.504 | 263.093 | 81.054 | 242.726 (a) |
Empleados/oficinas | 4,4 | 6 | 4,2 | 6,2 |
(a) Dato correspondiente a 2011.
Fuente: Santiago Carbó y Carlos Ocaña Pérez.
¿Significa toda esta restructuración que estamos ya a salvo y que nuestro sector financiero al ser solvente puede volver a jugar un papel prominente en nuestra recuperación económica y que podemos esperar que la liquidez del sistema y los créditos comiencen a fluir sin problemas?
Me temo que la respuesta tiene que ser cautelosa. Es evidente que se ha llevado a cabo una tarea de saneamiento y de restructuración del sector importante aunque no necesariamente acertada en todos sus aspectos. Todavía queda por terminar lo que algunos denominan la “reestructuración definitiva”.
Pero también está claro que el contexto macroeconómico en el que se están desenvolviendo las economías europeas, en particular las economías del sur de Europa y por tanto la economía vasca y española, es todavía preocupante.
Mientras no se cambien ciertas políticas y mientras no se eliminen las dificultades para la recuperación de la rentabilidad de las empresas y del sector financiero no habrá garantías de generación de empleo y de bienestar social.
BIBLIOGRAFÍA
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Carbó Valverde, S. y Ocaña Pérez de Tudela, C.: Reestructuración bancaria, banca relacional y cajas de ahorro en España. Perspectivas del Sistema Financiero. Nº 106/2012.
Franzoni, S. y otros: Relationships with Banks and Access to Credit for Innovation and Internationalization of SMES. Conferencia EARIE. September 2012.
Galindo y Mico: Credit Protection and Information Sharing and Access to Finance of SMES: Cross country evidence from survey data. Trabajo presentado en la 39 Conferencia EARIE. September 2012.
LLobet, G.: Las restricciones financieras de las empresas españolas (2): Evidencia sobre las PYMES. “Nada es gratis”. Blog de Economía. 23/04/2013.
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