EspañolInfancias vulnerables2012-07-271.1. Infancia e infancias vulnerablesEn materia de derechos, cuando, por economía del lenguaje, se habla de "la infancia" nos estamos refiriendo, en realidad, a todas las personas menores de 18 años.Porque es cada una de estas personas menores de edad la que es sujeto de los derechos que la legislación nacional e internacional le otorga por el simple hecho de su minoría de edad. No es "la infancia", en abstracto, quien es sujeto de derechos sino cada uno de los niños, niñas y adolescentes.En otros campos, como la Psicología o la Pedagogía, el concepto de infancia suele tener una acepción más restringida, limitada a determinadas edades de ese tramo de edad que va desde los cero hasta los 18 años. En este informe, como es natural por su enfoque y características, el objeto de análisis será siempre la infancia en su sentido más amplio: todas las personas menores de edad, hasta los 18 años.Así pues, si lo aplicamos a la población actual de la CAPV, estamos hablando de unas 330.000 personas (330.594 según las últimas estimaciones intercensales hechas públicas por el INE). Lo que constituye, aproximadamente, el 15,5% del total de la población de nuestra Comunidad.Desde la perspectiva de garantía de derechos que corresponde a una institución como el Ararteko, todas las personas menores de edad, por el simple hecho de serlo, tienen la consideración de "vulnerables". Todas: las 330.594 según las últimas estimaciones provisionales cuando escribimos esto.Pero también es cierto que dentro del conjunto de las personas menores, hay algunas que, por circunstancias o razones muy diversas, viven en situaciones de especial riesgo o vulnerabilidad: por no disponer de un apoyo o atención adecuada de su familia y encontrarse en situaciones de grave riesgo o desamparo; por ser objeto de maltrato o de acoso; por sufrir graves problemas de salud mental; por tener una orientación sexual (homosexual o bisexual) o diferente a la mayoritaria o sentir una identidad transgénero o transexual; por practicar determinadas conductas que ponen en riesgo su salud o la de otras personas; por tener una serie de necesidades educativas especiales o específicas que hacen más difícil el pleno ejercicio de su derecho a la educación...Este informe se centra de manera específica en ese tipo de situaciones, situaciones que afectan de manera directa a una parte significativa de la población menor de edad, mayor o menor según los casos, y que ponen en riesgo el ejercicio de sus derechos.Creemos que todos los temas o situaciones aquí analizadas responden a esa característica común: son todas situaciones de especial riesgo o vulnerabilidad. Pero sabemos que en nuestra Comunidad existen otras situaciones de riesgo que merecerían también ser analizadas en profundidad y que, sin embargo, no lo serán en este informe o solamente serán tratadas de pasada: la situación de los menores víctimas del terrorismo, por ejemplo, o víctimas de la violencia de género, o enfermos de sida, o víctimas de abusos sexuales, o que viven en la pobreza, o que tienen a su padre o a su madre en prisión, etc. El listado de estas situaciones, sin duda, podría ser muy amplio.Si aquí hemos seleccionado unas situaciones y no otras es, principalmente, porque es sobre ellas sobre las que hemos investigado a lo largo de estos años desde el Ararteko con una especial dedicación y, consiguientemente, es en estos temas donde disponemos de una mayor información y podemos sentirnos más seguros. Se trata, principalmente, de las situaciones de riesgo de:- Niños, niñas y adolescentes acogidos o tutelados por las instituciones de protección.- Menores de otros países que han migrado hasta aquí sin sus familias.- Adolescentes infractores, que han cometido delitos y son objeto de medidas judiciales.- Hijos e hijas de familias de trabajadores temporeros que se desplazan de unos lugares a otros para realizar tareas agrícolas.- Niños, niñas y adolescentes de orientación homosexual (lesbianas y gays) o bisexual, o con identidad transexual o transgénero.- Niños, niñas y adolescentes con graves enfermedades mentales.- Alumnos y alumnas con necesidades educativas especiales o específicas derivadas de su discapacidad, de su origen o de su pertenencia a un medio social desfavorecido.- Menores que son sujetos activos o pasivos de maltrato o violencia.- Adolescentes con consumos problemáticos de drogas...El informe -en su capítulo 3, el más extenso y que constituye su cuerpo central- aborda cada una de esas situaciones de manera diferenciada, destacando problemas, apuntando tendencias, proponiendo posibles mejoras... También aborda otras situaciones de riesgo, aunque con menor profundidad: determinados usos de las nuevas tecnologías, o las situaciones de conflicto o de violencia intrafamiliar que afectan a menores...Este modo de abordar la cuestión, sector por sector o situación por situación, presenta, sin embargo, una serie de limitaciones o de riesgos que conviene no olvidar.Uno de ellos es, precisamente, que puede inducir a pensar que nos hallamos ante situaciones inconexas, ante diferentes grupos de menores sin ninguna relación entre sí. Pero no es así. En muchos casos, la misma niña o el mismo adolescente que hoy encontramos en un centro de acogida, o que vemos desescolarizado o fracasando en la escuela, lo encontramos mañana en un centro de internamiento, o la podemos encontrar de nuevo, dentro de un tiempo, en otra situación de especial riesgo. Lo cual pone de manifiesto que en nuestra sociedad todavía existen auténticos circuitos o itinerarios de exclusión, ligados muchos de ellos a la inexistencia, falta de competencia o simplemente fracaso de la familia como elemento esencial de soporte y apoyo al crecimiento y necesidades del menor.Desde ese punto de vista, debemos insistir en la importancia de lograr una coherencia y continuidad en los itinerarios o intervenciones educativas, sean cuales sean los servicios, profesionales o instituciones implicados en ellos (servicios sociales, servicios de educación, servicios de salud, servicios de justicia, servicios policiales...).Tanto el capítulo 4 (de diagnóstico y valoración global) como el capítulo de recomendaciones (al menos en buena parte de ellas) pretende "romper" o superar esa visión estanca y considerar a la infancia especialmente vulnerable en su globalidad.Porque, como fácilmente se puede comprender, no es lo mismo que un niño, una niña o un adolescente sufra una única situación de riesgo, a que acumule en su persona a lo largo de su vida toda una serie de riesgos que se suceden o se suman uno tras otro, como sucede con demasiada frecuencia.